El agente al que nadie escuchó
Kenneth Williams, de la oficina del FBI en Phoenix, redactó un informe, despreciado por todos, que hubiese evitado el 11-S
Kenneth Williams nació para ser agente del FBI. 'Es de los más inteligentes que he conocido', dice un compañero. Hace tres meses, Williams compareció en un juicio contra un piloto saudí acusado de mentir en su vinculación con uno de los terroristas que estrellaron el avión contra el Pentágono. En aquella comparecencia, Williams le dijo al juez: 'Mi experiencia me dice que en cualquier investigación la clave puede estar en una pieza pequeña de información'. Si sus superiores hubieran compartido esa doctrina, el 11 de septiembre pudo haber sido un día normal.
Williams trabaja en las oficinas del FBI en Phoenix (Arizona). Suele estar en su despacho a las cinco de la mañana y sólo falta el Día de Acción de Gracias. Para él, una buena jornada laboral es aquella que dura menos de 15 horas. Y siempre ha dedicado el mismo tesón a un delito menor que a una trama de terrorismo internacional.
Hace casi dos años, Williams detectó que varios ciudadanos de origen árabe, algunos de ellos con vínculos lejanos con presuntos terroristas islámicos, estaban dando clases de aviación en academias privadas. Después de múltiples entrevistas con los dueños de las escuelas de aviación, Williams redactó un informe de cinco folios en el que plasmaba sus sospechas: extremistas árabes pueden estar aprendiendo a pilotar aviones comerciales en EE UU con objetivos muy peligrosos, y pedía que se investigaran las academias de vuelo del resto del país, algo que nunca se hizo.
El agente, siguiendo el dictado de su disciplina, envió las conclusiones a sus superiores de Washington. Pero en las oficinas centrales nadie detectó nada alarmante en su descubrimiento. Williams siguió insistiendo, pero no encontró nunca la atención que esperaba. Algunos agentes reconocen ahora que en la CIA y el FBI el principal problema es lo que en el argot llaman TMI: 'too much information', demasiada información. 'Si te llega un informe confidencial de un agente desde, por ejemplo, Phoenix', cuenta alguien del FBI a Time, 'lo primero que piensas es: 'Ya está otra vez este pesado'.
El pesado de Williams nunca se quejó de que no le hicieran caso. Perfectamente subordinado a la cadena de mando, Williams es de los que da por buenas las explicaciones de un superior sólo porque parten de un superior. De otra manera no puede explicarse nunca que no desvelara a la prensa la existencia de su informe ni cerrase un contrato editorial para publicar un libro.
La Casa Blanca ha entregado al Comité Judicial del Senado un resumen de su informe. La entrega del extracto a los senadores trata de satisfacer las reclamaciones de quienes piden acceso a los documentos previos al 11-S. Aunque supone un cambio de postura del Gobierno, aferrado hasta ahora a la confidencialidad de los informes, varios congresistas y senadores no se dan por satisfechos y ven más motivos para llevar a cabo una investigación profunda.
Tom Daschle, el líder de la mayoría demócrata en el Senado, recurrió de nuevo a una retórica con tintes históricos: 'Ha llegado la hora de que hagamos lo que hicieron los legisladores tras la invasión de Pearl Harbor o tras el asesinato de Kennedy', aseguró Daschle, que insiste en crear una comisión independiente de investigación pese a que algunos estrategas de su partido consideran un error entrar en esa confrontación por las insinuaciones de falta de patriotismo que el Gobierno puede emplear en su contra. Tras analizar el resumen del informe, el senador Richard Durban aseguró: 'Todo indica que el semáforo cambió de ámbar a rojo y el FBI no frenó'.
Williams ha pasado en el FBI los 10 últimos años de los 42 que acaba de cumplir. Antes había sido policía en San Diego; llegó a ser el especialista en disparos a larga distancia en un equipo SWAT. Como muestra de su entrega a la agencia, compareció el martes ante los senadores para decirles, a puerta cerrada, que los atentados del 11-S tampoco podrían haberse evitado si alguien hubiera hecho caso a su informe. A los periodistas que se ponen en contacto con él les dice, educadamente, que no puede hablar con ellos 'porque me metería en problemas'. Sigue trabajando en sus investigaciones como si no se hubiera convertido en lo que es: la única estrella del FBI.
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