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Reportaje:

Piñas y anacardos a cambio de volver a leer

Una ONG trae a España a niños africanos para curarles de dolencias que en su país no tienen tratamiento

Estella Rolande Oladipko llegó el pasado jueves a España después de recorrer cerca de 5.000 kilómetros. Esta niña de Benin tiene 14 años, mide 1,57 metros y pesa 37 kilos. Su piel es tan oscura como sus ojos, dos bolitas marrones que no paran de moverse por culpa de una enfermedad, ésa misma que le ha traído a España. Ella es uno de los 205 niños que se han curado de unas dolencias, imposibles de tratar en su país de origen, gracias al trabajo de la Fundación Tierra de Hombres, organización no gubernamental que atiende a pequeños de nueve países repartidos por toda África.

El programa Viaje hacia la vida ha traído a Madrid a Estella, a Lala, a Aisata... Las delegaciones de la fundación situadas en esos países localizan a niños enfermos que no pueden ser operados allí porque no hay medios que les curen, según explica Ana Ferrer, responsable de Atenciones Médicas Especializadas de Tierra de Hombres.

El médico que intervino en 2000 a Estella, una niña ciega de Benin, se emocionó cuando la vio hojeando un libro

Es el caso de Estella. Vive en la capital de Benin, Cotonú. Pero ni por ser capital hay donde curarle una catarata congénita bilateral y un nistagmus que obliga a sus ojos a moverse sin control. El estrabismo que le ha provocado la mezcla de las dos enfermedades y la falta de visión es lo que le está curando el doctor Alberto González Quinzanos en el hospital de San Rafael.

Hace dos años que médico y paciente se conocieron. Entonces, González Quinzanos le hizo una primera operación con la que Estella recuperó parte de la visión. Antes era legalmente ciega, porque veía menos de un 5%; ahora ya no lo es.

El médico descubrió a Estella, después de viajar entre Cotonú, París y Madrid durante toda la noche del miércoles pasado, hojeando un libro en la habitación del hospital. '¡Está leyendo!', exclamó entusiasmado Alberto González. La niña traía 14 libros y una agenda porque va a estar dos meses en Madrid, mientras se recupera de la operación, con su familia de acogida. Y piñas y tarros de anacardos de su tierra para regalárselos al doctor y a los voluntarios que se turnan para que no se quede sola ni un momento en el hospital madrileño.

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Después de darle el regalo a su médico, Estella se tapó hasta la cabeza con las sábanas e intentó dormir. Pero los nervios del viaje, las visitas, las idas y venidas para tomarle la tensión y pesarla no le dejaron cerrar los ojos, y casi tampoco pronunciar palabra, aunque entiende castellano perfectamente desde que estuvo en Madrid hace dos años. Con monosílabos, Estella contó que es la segunda de cuatro hermanos y que le gusta el cous-cous con pollo y las patatas fritas.

A Sebastián le gusta el arroz de Valencia y a Aisata el programa Lluvia de estrellas, que entonces presentaba Bertín Osborne en Antena 3. Éllos son también parte de los 205 niños que Tierra de Hombres ha traído a España, 96 de ellos a Madrid. Sebastián, de Guinea Ecuatorial, nunca había llevado zapatos por culpa del pie equino. Hace pocos días se los pudo poner por primera vez. Aisata, de Mauritania, se quemó parte del cuerpo y pronto volverá para seguir con su tratamiento. Isabel Pérez recuerda los nombres, las edades y las nacionalidades de todos los niños que ha acogido en su casa después de que fueran operados en Madrid. Mientras se recuperan de la intervención, los pequeños se quedan con una familia española y comparten todo con sus padres y hermanos de acogida. Con ellos se quedará Estella.

Isabel tiene una hija de 16 años y un hijo de 11. Cuando un niño se queda en su casa, recibe la misma atención que sus propios hijos. Lo viste, lo lleva a las revisiones, al parque... Pero para ella también es duro verlos marcharse. 'La verdad es que les coges cariño', dice.

Isabel cuenta que Zouibda Bengeleume, una senegalesa de nueve años afectada por una cardiopatía que le impedía dar un paso sin cansarse, les llamaba a ella y a su marido 'mamá y papá'. Después de la operación, su madre de acogida la tenía que vigilar para que no se tirara a la piscina cada cinco minutos. 'Lo que peor llevo', afirma Isabel, 'es el aeropuerto. Me imagino a su madre, cuando les vea llegar, tan gorditos, tan recuperados... ¡Pienso que le va a dar un soponcio!'.

A Estella Rolande Oladipko aún le quedan dos meses en Madrid, pero Isabel ya está pensando en la cara que pondrá la madre de la niña cuando la vea llegar, habiendo rebasado sus 37 kilos de ahora, sin que le quepa ya el traje de lentejuelas verde con el que llegó hace seis días.

Un colegio solidario

Los hijos de Isabel Pérez, la mujer que acogerá a Estella Rolande Oladipko durante los dos próximos meses, estudian en el colegio Balder, en Las Rozas. Todos los años organizan un Día de la Solidaridad. Los alumnos del centro son algunos de los colaboradores de la Fundación Tierra de Hombres. Durante esa jornada organizan actuaciones, obras de teatro y exposiciones. Los padres y visitantes que quieran disfrutar de las canciones y los objetos creados por sus propios hijos deben pagar una entrada, y todo el dinero que recaudan está destinado al proyecto Viaje hacia la vida. Con ese dinero han conseguido, desde hace tres años, que operen a Estella y a niños como ella.

Los niños de Balder reciben la visita de miembros de la fundación que les explican cada año cuál es el proyecto, y les hablan del país de procedencia de los niños enfermos y cómo transcurre su vida allí. Los hijos de Isabel y sus compañeros saben que esas imágenes que ven en la televisión en los anuncios de organizaciones no gubernamentales son reales. Niños que no tienen cuarto de baño, que recorren kilómetros para llevar agua potable a sus casas, que no tienen zapatos. Niños como ellos pero que no tienen nada de lo que a ellos les sobra.

Isabel mira a sus propios hijos y comprende que, algún día, darán su tiempo por los demás. 'La experiencia de acoger a estos niños es buena para mí, pero también para ellos. No son conscientes de la responsabilidad que conlleva tener a estos pequeños aquí, pero sí saben que hay otros mundos, que todo lo que tienen aquí les sobra. Saben que esos niños no juegan porque no tienen juguetes, y que no les sobra nada'.

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