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LA CRÓNICA
Columna
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Cazar el oso con pistolas de agua

Pudo ser una gran oportunidad en el supuesto de haber concurrido ciertas condiciones verosímiles, y no digamos ya verídicas. La Consejería de Bienestar Social de la Generalitat adjudicaba la gestión de los centros Mujer 24 horas por un importe de 6,7 millones de euros a unas empresas y lo hacía en términos tan irregulares como escandalosos, al decir de un medio informativo encarnizado en la denuncia del asunto. La abundosa secuencia de las noticias y sus demoledoras sugerencias delataba unas entretelas de corrupción capaces de alertar a las fuerzas políticas de la oposición y a la misma opinión pública sensibilizada con el Gobierno de la automomía valenciana.

A la mayor o menor dimensión del supuesto desmán se sumaba la personalidad del principal responsable del entuerto. Esto es, el consejero Rafael Blasco, titular de una dilatada vida partidaria y de una significación política tal que, de prosperar alguna de las imputaciones que se le formulaban, no sólo hubiera dado al traste con su prestigio y cargo, sino que, sin duda, habrían lastrado gravemente al mismo Consell y a quien lo preside. Queremos decir que se apuntaba contra uno de los fustes -y de los más relevantes- de este Gobierno en este momento. Digamos asimismo que se trataba de una estrategia tan coherente como temeraria, alentada, a mayor abundamiento, por el reconcomio de quienes vieron frustrados antiguos acosos periodísticos.

Es obvio que no cuestionaré lo más mínimo el derecho de los medios informativos -ni del aludido en particular- a fiscalizar y hasta fisgar lo que les plazca. Por deprimente que en ocasiones nos resulte el espectáculo, siempre será preferible a la ceremonia de la obsecuencia, la venalidad o el conformismo. Pero muy otra cosa es que un partido político, como el PSPV, quede deslumbrado por cuatro titulares catastrofistas, se líe la manta a la cabeza y acometa una ofensiva parlamentaria sin otras armas que la audacia de unos y el rencor de otros, el de algunos que ocupan escaño porque la democracia gasta estas bromas macabras.

No me incumbe, y además ha sido oportunamente relatado en estas páginas, el desarrollo del debate que el referido consejero instó por vía de urgencia. Bastaría decir, a modo de corolario, que no se pueden cazar osos con pistolitas de agua, pues ésa y no otra es la impresión que decantó el lance retórico entre las partes. De un lado, la socialista, vaguedades y sinuosas alusiones a intereses bastardos, sin la menor consistencia probatoria a tenor de los cargos. Del otro, prevenido y pertrechado para la oportunidad, todo un corpus de trámites ejecutados al filo de la ley, y posiblemente con la pulcritud acrecentada de quien se sabe enfilado por el ojo inquisitorial.

No todos percibirían el episodio con idéntica óptica, pero a nadie se le pudo escapar el alarde de entereza que desplegó el diputado socialista Antonio Torres para afrontar un envite al que había sido arrojado con menos fortuna que un cristiano en el circo romano. Aguantó el tipo, y eso ya es mucho. Las primeras espadas de su grupo, sus portavoces, ni se dieron por enteradas, aunque justo sería que meditasen acerca de estas improvisaciones, tanto más arriesgadas cuando -digo de esas espadas- sabían muy fundadamente, por lo mucho que otrora compartieron, con el consejero que se las tenían.

Ignoro si este contencioso se ha dado por liquidado o habrá todavía plumilla que quiera hurgar en su particular juicio de intenciones con la esperanza de que algún socialista vicario se desmelene denunciando castillos que no existen. Pero, por lo visto y oído, basta con que la consejería cuestionada, con o sin obligación de ello, ponga toda la documentación a disposición de las partes interesadas para que escudriñen hasta el forro. Yo, por mi parte, apuesto que es correcta, pero en sintonía con Esquerra Unida, seguiré pensando que es el Estado y no empresas mercantiles el que ha de garantizar y gestionar estos y otros servicios públicos, de los que me creo despojado de una manera implacable y sin anestesia por mor de la privatización que impera. Pero este debate, ¿a quién interesa? No al PSOE, claro, y acaso por eso mismo se mete en libros de caballerías de los que sale malparado. Con par de lustros más igual se enmiendan.

SUELDO FABULOSO

Nadie se hace rico sirviendo a la Administración Pública. Nadie que sea honrado, se entiende, y su relación laboral tan transparente como un vaso de agua clara. Otra cosa son los parásitos. Pero hay chollos excepcionales y tanto más si su retribución no tiene contraprestación. Es el caso de Helga Schmidt, directora artística o jefaza del teatro de la ópera que se construye en la Ciudad de las Ciencias. Percibe más de 30 millones de pesetas al año, con otras prebendas, y éste es el día que nadie puede razón de qué hace o proyecta. No digo que no los valga, que en eso manda el mercado. Aseguro, eso sí, que no se los gana.

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