Las interferencias de las artes se dan cita en las 'desesculturas' de los años noventa
El Círculo de Bellas Artes completa sus salas y escaleras con las nuevas propuestas
Un total de 22 artistas forman la exposición Desesculturas, abierta hasta el 2 de junio en todos los espacios del Círculo de Bellas Artes, de Madrid (Marqués de Casa Riera, 2, www.circulobellasartes.com). 'Son las nuevas propuestas artísticas que ya no son escultóricas', declara el comisario de la muestra, el crítico de arte Miguel Cereceda, que ha seleccionado esta interferencia de las artes a través de piezas de los años noventa. 'No es un nuevo movimiento; es una forma de pensar', añade ante las esculturas convertidas en fotografías, vídeos, instalaciones, música y danza.
La Fundación Eduardo Capa, de Alicante, ha vuelto a organizar una muestra colectiva sobre las últimas tendencias de la escultura, tras la realización, en las mismas salas, de la antológica Hacia un nuevo clasicismo. Veinte años de escultura española. En esta ocasión se centra en los años noventa, con obras procedentes de instituciones, como el IVAM de Valencia, el CAAC de Sevilla, la Diputación Provincial de Granada, de galerías privadas y de los propios artistas. La exposición, que se montará en julio y agosto en el castillo de Santa Bárbara, de Alicante, sede de la fundación, presenta 'unos lenguajes trascendentes y exigentes, que responden a las necesidades de la sociedad', según el presidente fundador de la fundación, Eduardo Capa, que, además de coleccionar esculturas clásicas, promueve mediante cursos y talleres 'los viejos procedimientos técnicos y artesanales de la escultura'.
Miguel Cereceda afirmó en la presentación de Desesculturas que ha realizado 'sin pudor' un recorrido por la escultura española de los años noventa, con una selección de los artistas donde se mezclan distintas nacionalidades (con predominio de la Comunidad Valenciana) y la proyección de sus obras. 'El único valor real son las aportaciones de los artistas, en esta reflexión sobre los avatares de la escultura actual'.
A partir de una idea de artista, la desescultura de Perejaume (1957), en las canteras de Ereño, Vizcaya, el comisario ha reunido varios ejemplos sobre las transformaciones de la escultura y 'el problema de las interferencias de las artes, desde un espíritu y tradición escultórica aunque se presenten como fotografías, vídeos o instalaciones'. Otra idea de artista, que tuvo en cuenta, fue la de transestatua de Jorge Oteiza, aunque al final decidió desarrollar la propuesta de Perejaume.
La escultura convertida en fotografía, en las dos obras de Perejaume, con la restitución de un bloque de piedra que se había arrancado en una cantera, y en las cinco imágenes de Gonzalo Puch (1950), que monta sus piezas para pasar por la cámara, inicia el recorrido por la sala Pablo Ruiz Picasso del Círculo de Bellas Artes. Los restos de El esclavo, de José Sanleón, la polémica pieza que el autor prefirió destruir en la explanada del IVAM, es un ejemplo de la desaparición de la escultura.
Estatuas de armario
De los trozos de acero cortén se pasa a las 'estatuas de armario' con sábanas serigrafiadas de Juan Luis Moraza (1960), las pieles de Maribel Domènech (1951) y las videoinstalaciones de Jordi Colomer (1962) y de Eduardo Valderrey (1963), que entran en el campo de la arquitectura, como ocurre con Pedro Mora (1961).
La música y la danza aparecen en los trabajos de Javier Utray (1945), con su conceptual piano con pantógrafo y vídeo, las proyecciones de sombras de Salomé Cuesta (1964) y la batería-cine del colectivo Laboratorio de Luz. La práctica artesanal, según la guía del comisario de la exposición, se aprecia en las obras de Evaristo Belloti (1955) y de Yolanda Tabanera (1965), que conviven con la delicadeza de la pieza de Javier Pérez (1968), con crisálidas de seda, y con la pintura de Santiago Mayo (1965).
En la entrada de la sala Goya se han situado dos piezas monumentales de Imanol Marrodán (1964), de carácter simbólico, que dan acceso a la pieza de danza de Blanca Muñoz (1963), el muro pintado de Victoria Encinas (1962) y la última versión de la construcción de Victoria Civera (1955), que procede de Nueva York, modificada desde su presentación en el Museo Nacional Reina Sofía en 1992. El hueco de la escalera es el lugar para La furia de los santos, una instalación de Francesc Torres (1948), 'con un potentísimo contenido político', según el comisario, con los mártires de los lienzos de Sánchez Cotán y un León Trotski con un piolet en la cabeza convertidos, 'como una alegoría del martirio de las esculturas', en estatuas realizadas por el maestro fallero Manolo Martín.
El acceso a la sala Minerva se ha convertido en una 'desocupación del espacio', con la disminución de la altura con un falso techo de escayola y cañas, con el proyecto de Fernando Baena (1962), antes de penetrar en un lugar de catacumbas, o un camarote, en el que Josu Larrañaga (1948) plantea un Círculo de reflexión, con unos juegos de luces y espejos, para confusión de los visitantes, a partir de un sistema de navegación.
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