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Reportaje:

Un marido bajo sospecha

A los dos años del asesinato de Josefina Serrán, en Castellbell i el Vilar, persisten las incógnitas del caso

Castellbell i el Vilar (Bages) no entiende lo que ha sucedido con la detención y posterior puesta en libertad del marido de Josefina Serrán Serrà, una joven de 30 años que fue asesinada con un arma blanca en su domicilio hace dos años. La Guardia Civil lo llevó ante el juez el pasado sábado acusándole de ser el autor del brutal crimen y el pueblo se manifestó por la tarde pidiendo justicia, pero el magistrado y el fiscal entendieron que no había pruebas concluyentes y el acusado quedó en libertad.

De Juan Milán Coma, el sospechoso que dejó de serlo, se sabe poco en Castellbell: tras abandonar el juzgado se fue en busca de su hija, de tres años, que estaba con los abuelos maternos. Ahora se desconoce el paradero de ambos. Mientras tanto, la familia Serrán vive hundida. Creía que la detención aclararía lo ocurido el 27 de marzo de 2000. Una prueba de ADN de los cabellos que tenía la víctima en la mano cuando se encontró el cadáver es ahora una nueva esperanza para tratar de aclarar el crimen.

Ahora, todo depende de la prueba del ADN de los cabellos que tenía en la mano

Durante dos años, la investigación no ha podido reunir suficientes pruebas para inculpar a nadie. La población saca sus propias conclusiones y aquí sí que parece haber menos dudas: las miradas apuntan al marido. Pero el juez y el fiscal han considerado que las pruebas judiciales para inculpar al acusado son demasiado débiles. Por eso quedó en libertad, sin cargos, sin fianza y sin que se hayan dictado medidas cautelares contra él. El acusado solicitó protección de la policía porque decía sentirse amenazado al regresar a su domicilio.

Ciertamente, las pocas pruebas que hay son contradictorias. Los tres análisis forenses que se han realizado dan tres horas distintas de fallecimiento y no hay pruebas físicas del crimen ya que no se ha encontrado, por ejemplo, ni siquiera el arma que se utilizó y que en un primer momento parecía ser un cuchillo de cocina. Las últimas investigaciones indican que el asesinato se podría haber producido con una herramienta de jardinería utilizada para la poda de bonsáis.

Pero lo más determinante es que Juan Milán insiste en que en el momento del crimen él no estaba en su domicilio. El móvil del asesinato tampoco está claro, aunque en Castellbell se dice ahora que la pareja no pasaba por buenos momentos. Sin embargo, en el momento del asesinato se dijo que la pareja tenía una relación ejemplar.

Los indicios que llevaron a la Guardia Civil a sospechar del marido se basan en que el crimen podría haberse cometido de madrugada, y, en cualquier caso, antes de las cinco de la mañana, que sería la hora aproximada en la que el acusado se debía levantar para acudir a su trabajo, en Manresa. Inicialmente se creyó que el asesinato se cometió hacia las 9.30 horas, después de una llamada que supuestamente hacía la joven a su empresa. También se considera que la voz que llamó a la empresa de Josefina Serrán, Torcido Ibéricos de Castellbell, indicando que no podía acudir al trabajo por problemas de salud, no correspondía a la de la víctima, como se creyó inicialmente pues los primeros testimonios decían reconocer la voz de la víctima.

El cuerpo de la víctima lo encontró su propio padre al mediodía, cuando, extrañado de que no le hubiera llevado a la niña, acudió a su casa. El desorden de la casa y el hecho de que tuviera cabellos en las manos indicaba claramente que se había producido violencia. La niña permanecía, ajena a lo sucedido, en la cuna.

Antoni Serrán Serrà, hermano de la mujer asesinada, ha explicado en los últimos días que la familia sólo pide 'justicia para el asesino'. Antes de conocer que su cuñado había quedado en libertad, Serrán tenía el deseo de que la policía tuviese las pruebas 'necesarias sobre el asesinato'. Y pedía: 'Por favor, que esta detención no sea inútil'.

El alcalde de Castellbell i el Vilar, Isidre Badia, que se ha presentado en la causa ejerciendo la acción popular, también querría acabar con esta situación. Badia, como el resto de la población, creía tener el caso casi resuelto el pasado jueves. En ese momento, todos resaltaban que les había resultado sospechoso el comportamiento del marido, el escaso interés mostrado en reclamar el esclarecimiento del crimen y otros detalles, como el hecho de que el día del asesinato las persianas de la casa no estuviesen levantadas como hacía habitualmente la mujer.

Ahora, todo depende de los resultados de la prueba comparativa del ADN de los cabellos que estaban en la mano de la víctima. Una prueba que hasta ahora no se podía realizar porque no había acusados y a la que se tendrá que someter el marido, sobre el que sigue pesando la sombra de la sospecha.

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