La eterna crisis de América Latina

Tras las transiciones de los años ochenta se extendió una visión optimista sobre el futuro de la democracia en América Latina. Pese al alto coste social de la crisis de la deuda, los regímenes democráticos lograron mantenerse, en casi todos los casos llevaron adelante las inevitables reformas económicas, y en algunos se abrieron espectaculares perspectivas de crecimiento y modernización. Pero desde 1995, con la crisis mexicana y el efecto tequila, esas perspectivas se han ido torciendo y hoy, tras la crisis argentina y los sucesos de Venezuela, es frecuente el pesimismo.

En ambos casos, como antes en Perú o Ecuador, es fácil ver que el origen del problema es una crisis de la representación democrática: los ciudadanos no se sienten representados por los gobiernos, ni creen que en el sistema de partidos existan opciones eficaces a las que confiar la defensa de sus intereses. A partir de éstos y de otros casos concretos es grande la tentación de generalizar y de hablar de una crisis de los partidos políticos en América Latina. Y, sin embargo, no se venía contando hasta ahora con información actualizada sobre los partidos latinoamericanos, pese a la ambición de obras como la de Maiwaring y Scully.

Manuel Alcántara, catedrático de ciencia política en la Universidad de Salamanca y director en ella del Instituto de Estudios de Iberoamérica y Portugal, ha dirigido junto con la profesora Flavia Freidenberg -autora de una ejemplar monografía sobre los partidos y el sistema de partidos en Ecuador- una obra colectiva en tres volúmenes (Países andinos, Centroamérica, México y República Dominicana y Cono Sur) en la que se estudian de forma sistemática los partidos latinoamericanos por países y con criterios homogéneos para abordar sus orígenes, su lógica y organización interna y el contexto político y social en el que compiten. Se trata de un trabajo exhaustivo que marca un antes y un después en los estudios de política comparada y sobre la democracia en América Latina.