19 huertas, adjudicadas por sorteo
Móstoles ha concedido parcelas a un grupo de pensionistas para que se entretengan con la siembra y la recolección
La jubilación no equivale en Móstoles sólo a nietos, paseo y monotonía. Claudio, Bartolomé, José Luis y otros 16 jubilados o prejubilados de esta localidad tendrán que volver a madrugar, como cuando estaban en activo, porque cuentan desde ayer con una nueva misión: sacar fruto de 19 parcelas de 40 metros cuadrados, situadas en el parque Finca Liana, que han conseguido en un sorteo de la Concejalía de Medio Ambiente. Estos hortelanos del siglo XXI tienen dos años para sustituir la maleza que ayer alfombraba cada terreno por una cosecha de frutos lustrosos.
La iniciativa de ceder una parcela a jubilados y prejubilados mostoleños empezó a gestarse hace un año, según la concejal de Medio Ambiente, Ángela Álvarez, de IU. 'Vimos en el censo de nuestra ciudad que hay muchos mayores de 65 años y muy pocas actividades para ellos. Así que pensamos en darles una distracción sana y a la vez didáctica', comentó ayer, tras la ceremonia de adjudicación de los aperos y la parcelita.
Una nueva preocupación, pues, se ha colado en la vida de los 19 agraciados (hay 12 más en la lista de espera) o, más bien, dos, porque al desafío de cuajar la parcela de zanahorias, repollos o espinacas hay que sumar una labor docente: tendrán que explicar a los escolares cómo mimar un huerto, cómo hacer que la tierra baldía regale tomates, puerros o berenjenas. Y eso utilizando productos ecológicos, ya que están excomulgados de la iniciativa los productos dañinos para el medio ambiente. 'Hemos previsto la visita de chavales de los colegios a estos huertos y hemos arrancado a los mayores el compromiso de que expliquen cómo se cultiva, cuáles son las mejores épocas para cada fruto y qué esfuerzos se necesitan para que el huerto no se pierda', explicó la concejal.
Uno de los flamantes agricultores, Claudio Villa, se mostraba ayer encantado de disponer de 'un terrenito' y de 'explicar lo que haga falta'. Mostraba el arrojo del que ya es veterano en las lides hortícolas. 'Fui 17 años minero en Asturias y después jardinero; tengo hasta un diploma, así que no me asusta esto', afirmaba, mientras le daba al rastrillo con ahínco. Su mujer, Joaquina, le miraba con cierta angustia y le advertía: 'No te embales Claudio, que te da la arritmia'. Pero el adjudicatario de la parcela número 5 actuaba como si el aviso no fuera para él. 'Mira, hoy mismo desbrozo todo, lo riego para que el suelo se ablande y dejo echado el mantillo, y mañana me vengo a remover para empezar a plantar zanahorias, puerros, berenjenas, rabanillos y nabos', comentaba con la pasión de quien ha encontrado una nueva razón para vivir. Joaquina, su esposa, también estaba contenta, pero con moderación: 'Yo trataré de ayudarle en todo lo que pueda, pero es que estoy muy mal de la columna', se excusaba. Claudio se levantó la boina para secarse el sudor de la frente y siguió con sus planes de futuro: 'Y en septiembre echaré los semilleros para ponerme con las espinacas y el repollo', afirmó con sus ojos azules fijos en el horizonte.
Claudio considera suyo el huerto número cinco, aunque sabe que uno de los requisitos del sorteo era cederlo a otro agricultor dentro de dos años. 'Será un sistema de rotación anual, aunque hemos hecho la excepción esta vez otorgando dos años porque la tierra está muy mal', justificó Ángela Álvarez. 'Ahora tenemos que negociar con la junta del distrito para que abran la finca temprano y estos señores puedan venir a regar a primera hora', aseveró. Entre tanto, tendrán que conformarse con dar de beber a la tierra a partir de las 8.30.
El compromiso de mantener vivo el huerto se prolonga también a los meses estivales. Francisco Ruiz ya cuenta con ello. 'Me pondré de acuerdo con mi hija para las vacaciones de verano, para que ella pueda venir a regar cuando yo no esté', dijo. A su lado, José Luis Cuenca, afirma que los madrugones no le agobian. 'Fui repartidor durante 30 años y me levantaba a las cuatro y media de la madrugada para ir a trabajar', comentó con naturalidad.
La Concejalía de Medio Ambiente no sólo no cobra por el terreno proporcionado a los hortelanos temporales, sino que les ha prestado palas, rastrillos, azadas, azadones, palas jardineras y carretillas, además de dejar listas las bocas de riego con manguera. Y, a falta de la típica caseta de las huertas, cada agricultor contará con una taquilla para dejar la ropa de calle y guardar las herramientas.
Otro de los adjudicatarios, Bartolomé Romero, dio muestras del buen humor con el que afronta su nuevo destino de pala y azadón. A este cordobés le ha tocado en suerte una de las dos parcelas que tienen una farola, pero no se quejó. 'Eso es para darle un poquito de corriente a los tomates', bromeó, y no le dio más importancia al inoportuno adorno. 'Supongo que no me va a molestar, porque ha quedado esquinada'. Bartolomé, como el resto, se apuntó a los huertos con el propósito de poner algo de emoción en su vida rutinaria de jubilado. 'Me aburría en casa y aquí podré echar unas horitas por la mañana plantando tomates, pepinos, berenjenas y pimientos', anticipó. Le dedicará 'un par de horas diarias', una vez que meta el terreno 'en vereda, porque ahora está muy mal'. La concejal de Medio Ambiente saboreará pronto el éxito o el fracaso de los huertos. Bartolomé, por ejemplo, le ha prometido 'la primera ensalada de lo que salga'.
El antecedente de San Fernando
La experiencia estrenada ayer en el Centro de Educación Ambiental de Finca Liana, en Móstoles, tiene un antecedente. Está inspirada en los 'huertos de ocio' florecidos en los años ochenta en San Fernando de Henares. Surgieron con una doble finalidad: entretener a los jubilados y, de paso, 'mantener vivas las zonas tradicionales de cultivo de San Fernando, en un momento en que estaban empezando a perderse', recuerdan en el Ayuntamiento de esta localidad. Los huertos perviven, aunque no con los cultivadores de entonces, claro, porque una de las condiciones es la rotación, como en Móstoles. En el momento presente hay unos 250 huertos de otros tantos metros cuadrados de extensión por adjudicatario. Están situados en una finca que pertenece a la Comunidad de Madrid, de nombre Caserío del Henares, entre los ríos Jarama y Henares. 'En estos huertos se cultiva de una forma ecológica, no está permitido el uso de determinados productos que puedan dañar al medio ambiente', indican. El modelo de San Fernando tiene diferencias con el mostoleño: la principal es que los hortelanos del valle del Jarama tienen que pagar 24.000 pesetas anuales por el alquiler de la tierra, en concepto de 'gastos de agua'.
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