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Noticias mixtas

La economía estadounidense no deja de brindar titulares. Cuando las perspectivas apuntaban hace seis meses a una recesión intensa, la primera sorpresa se produjo en el último cuarto de 2001, pero desde luego han sido las tasas del primer trimestre las que demuestran la salida de la recesión, con crecimientos anualizados del 5,8%. Dos han sido las claves que explican esta evolución: el consumo y los inventarios. Y en ambos componentes han sido las políticas de estímulo a las familias las que han permitido dinamizar una economía amenazada por los excesos de capacidad instalados.

Sin duda, el protagonismo relajador de la Reserva Federal y los paquetes de apoyo presupuestario aplicados desde el 11 de septiembre han sido decisivos en las decisiones de consumo de las familias. Pero igual de relevantes han sido las estrategias comerciales de las empresas para afrontar la crisis, agilizando los ajustes de inventarios. El éxito de las mismas ha permitido neutralizar en muy breve tiempo unas expectativas que se presentaban muy pesimistas a finales del pasado año.

Desafortunadamente, las cifras del PIB no han permitido que los mercados abandonaran el escepticismo que les está caracterizando en las últimas semanas. Tras la revisión que permitieron los primeros indicadores del año, la incertidumbre ha vuelto a minar la confianza de los inversores. Habrá que esperar nuevos datos para dejar de cuestionarnos sobre si esta contención en las expectativas es el resultado de que las empresas han concluido con el proceso de liquidación de inventarios, o si se trata de una moderación tras el comportamiento tan explosivo del consumo en los últimos seis meses.

Parece difícil de justificar, en todo caso, esta actitud de las familias si no percibieran, además de estos estímulos, una mayor estabilidad en otros factores de carácter más duradero, como el mercado laboral o el propio ciclo económico.

César Cantalapiedra es director de análisis de AFI.

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