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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Del casticismo al nacionalismo

En 1896, la imprenta del diario bilbaíno El Nervión sacó a la luz un pequeño vocabulario de supuestas voces bilbaínas recogidas por el costumbrista Emiliano de Arriaga, colaborador habitual del periódico y síndico mayor del Colegio de Corredores de Comercio. Figura conspicua de la burguesía mercantil de la Villa y sobrino del compositor Juan Crisóstomo de Arriaga, el autor del Lexicón representa las esencias más estúpidas del casticismo local, desde el que contribuyó a la formación de la cultura privativa del primer nacionalismo vasco. De hecho, el Lexicón constituye el punto de partida de un frustrado intento de creación de una protolengua abertzale.

Emiliano de Arriaga, que había sido concejal canovista en el Bilbao de 1881, encontró en el Euzkeldun Batzokija, el círculo político-recreativo fundado por los hermanos Arana Goiri y del que su hijo José fue uno de los primeros socios, una caja de resonancia especialmente propicia para difundir sus propias obsesiones xenófobas, nacidas de la nostalgia de la vida tranquila y recoleta de la ciudad de mediados de siglo, anterior al auge industrial y al estallido demográfico urbano de la Restauración. Entre 1886 y 1888, Unamuno, herido por una nostalgia similar, había esbozado la reconstrucción de un supuesto dialecto bilbaíno, cuya desaparición bajo las oleadas migratorias provocada por la industrialización habría dejado apenas un escaso puñado de residuos lexicales. Arriaga emprendió la cosecha de los mismos cuando ya Unamuno había desistido de sostener la existencia del presunto dialecto, quizá porque el trabajo de su amigo y corresponsal Pedro Mugica sobre las variedades del español (Dialectos castellanos, Berlín, 1892) le había revelado la amplia extensión geográfica de fenómenos lingüísticos que él creía limitados a su villa natal, o quizá porque temía que la idea misma de un dialecto exclusivo del Bilbao preindustrial pudiera ser instrumentalizada -como terminó sucediendo- por el incipiente nacionalismo vasco. La correspondencia entre el ya entonces catedrático de Salamanca y el autor del Lexicón pone de manifiesto las reservas unamunianas ante el fantasma lingüístico que el propio don Miguel había creado en sus artículos juveniles y que desautorizaría por completo en las notas finales a la colección de sus propios textos costumbristas (De mi país, Madrid, 1903).

LEXICÓN ETIMOLÓGICO, NATURALISTA Y POPULAR DEL BILBAINO NETO

Emiliano de Arriaga Ayuntamiento de Bilbao Bilbao, 2002 167 páginas. 12 euros

Bilbaínos y, en su mayor

parte, desconocedores del eusquera, los primeros nacionalistas adoptaron como jerga propia el improbable dialecto descrito por Unamuno y Arriaga. Sabino Arana no auspició esta maniobra, pero la permitió. El fundador del PNV no concebía otra lengua nacionalista que el eusquera, y así lo manifestó en una polémica con el periódico catalanista La Veu, cuyo corresponsal en Bilbao había saludado en el Lexicón de Arriaga el primer conato de restauración de la antigua y auténtica lengua nacional de los vascos. Sin embargo, Arana necesitaba el apoyo de Arriaga, único miembro de la alta sociedad bilbaína dispuesto a secundar el proyecto nacionalista. Por ello, refrendó de modo vergonzante la propuesta lingüística del Lexicón, escribiendo, para su epílogo, un espeluznante ensayo sobre la etimología de la palabra Bilbao. Sintiéndose autorizados por su líder, los primeros escritores nacionalistas adoptaron, total o parcialmente, la jerga de Arriaga. Buena parte de la literatura del nacionalismo del fin de siglo exige, para ser descifrada, la ayuda del vocabulario compilado por aquél.

En 1960, la editorial Castilla publicó, en su colección dedicada a temas vascos, una edición del Lexicón, purgada de sus voces y definiciones más xenófobas, con una introducción de Luis Michelena no demasiado lograda. La presente edición del Ayuntamiento de Bilbao pretende ser la definitiva. En rigor, tal pretensión es fraudulenta. Aunque incluye como apéndices la correspondencia de Unamuno con Arriaga, el ensayo etimológico de Arana Goiri, la introducción de Michelena y una semblanza del autor escrita por su hijo, el aranista José de Arriaga, el texto corresponde a la edición mutilada de 1960. De la existencia del addendum de 1897 ni siquiera se da noticia.

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