La encrucijada de la teleasistencia sanitaria
La introducción en el campo de la salud y la enfermedad de las cada vez más poderosas tecnologías de la comunicación está modificando de forma notoria e indiscutible la manera en que se practica la medicina, de tal modo que todos los profesionales sanitarios, sin excepción, tenemos también que adaptarnos a los continuos cambios para poder ofrecer a la población en general una mejor calidad asistencial en todos los sentidos. Nuevos términos como los de 'telemedicina' y 'teleasistencia' han de ser incorporados a nuestro vocabulario y a nuestro quehacer diario, lo que nos obliga a una formación continuada que desde luego no tiene fin.
Gracias a estos nuevos avances, los pacientes crónicos, como los diabéticos y los hipertensos, pueden controlar su enfermedad en su domicilio con los aparatos que miden su glucemia, es decir la cantidad de glucosa en sangre, y la tensión arterial, pudiendo transmitir los datos al profesional, lo que hace que puedan ser estudiados y evaluados con mayor frecuencia, pudiendo modificar el tratamiento sin demoras, contribuyendo de este modo a mejorar la evolución clínica de la enfermedad y aumentar el sentimiento de seguridad en el sistema sanitario. Los pacientes y sus familiares se sienten más seguros sabiendo que siempre hay algún profesional que puede ponerse en contacto con ellos tras la recepción de los datos que han enviado a través del teléfono o de Internet.
Si queremos sacar provecho de estos avances de la tecnología, tendremos que acercarlos a la población
La telemedicina surge con fuerza como un verdadero instrumento al servicio de una asistencia de calidad
Por otra parte, otros grupos de pacientes afectados por enfermedades crónicas como el asma, o aquellas otras que necesitan de un tratamiento anticoagulante, están también solicitando a la Administración sanitaria que subvencionen los dispositivos electrónicos necesarios para que así puedan monitorizar en su domicilio la enfermedad, como en estos momentos hacen los diabéticos y los hipertensos.
Pero todos estos avances, lógicamente, requieren de un esfuerzo por parte de todos: de la Administración, de los profesionales sanitarios y de los propios usuarios del sistema. Y como es lógico una vez más se hacen necesarios determinados programas de formación a todos los niveles. Hoy ya nadie discute sobre la necesidad de incorporar la educación sanitaria en la terapéutica de cualquier enfermedad crónica, porque todos los estudios publicados demuestran tanto su eficacia, como su eficiencia y efectividad.
Es en este sentido en el que las administraciones públicas han de continuar con el esfuerzo de mejorar el desarrollo de las redes telemáticas al servicio de la salud. Y es que la telemedicina surge con fuerza como un verdadero instrumento al servicio de una asistencia de calidad, rápida y eficaz, que hace que el ciudadano pueda estar más cerca de los recursos sanitarios que necesite. Sin embargo la realidad es bien diferente, porque la telemedicina se está orientando sobre todo como un instrumento dirigido al profesional sanitario para que pueda disponer de mecanismos de comunicación entre los distintos equipos de la atención primaria y la especializada, pero no sólo locales, sino en todo el mundo. Hoy la posibilidad de conocer una segunda opinión de un especialista de cualquier hospital del mundo es una realidad que está al alcance de cualquier profesional sanitario.
Pero si realmente queremos sacar provecho de estos avances de la tecnología de la comunicación, tendremos que acercarlos a la población general, es decir, a los verdaderos usuarios del sistema sanitario. De momento, sólo algunas iniciativas están siendo relevantes en el campo de la teleasistencia dirigida a personas que padecen alguna enfermedad crónica, como la diabetes mellitus o la hipertensión arterial, y todas ellas han surgido del ámbito privado, o se están desarrollando en la medicina pública como verdadera iniciativa particular de un determinado centro asistencial, gracias a la motivación de los profesionales sanitarios.
Todas y cada una de las experiencias que se están desarrollando en el campo de la teleasistencia dirigida especialmente a enfermos crónicos demuestran que se reduce de forma significativa la presión asistencial a la que están sometidos estos pacientes, mejorando la comunicación con su equipo de salud y el grado de satisfacción de ambos, a la vez que también se reduce el gasto sanitario. Pero a pesar de todos los beneficios que nos brindan los avances de la técnica, en ningún caso hemos de menospreciar ni olvidar el inmenso potencial de la comunicación interhumana, que en definitiva será lo que nos diferencie en un futuro de los verdaderos androides, porque ellos serán capaces de hablar e incluso de pensar, pero en ningún caso podrán sentir la cercanía del tacto, la sonrisa, la mirada y en definitiva nuestra expresión corporal.
Todas estas realidades hacen de la teleasistencia, sobre todo para las personas que padecen alguna enfermedad crónica, una verdadera encrucijada en la realidad sanitaria española, por lo que todos hemos de contribuir con nuestro granito de arena a mejorar su disponibilidad en todos los ámbitos de la sanidad. Los profesionales sanitarios hemos de modificar nuestra actitud e incorporar las nuevas tecnologías de la comunicación a nuestro quehacer profesional; los pacientes y sus familiares han de entrenarse a través de la educación sanitaria para sacar el máximo rendimiento a la teleasistencia; y las administraciones públicas, tanto estatales, como autonómicas y locales, han de poner en marcha los medios necesarios para que su implantación sea una verdadera realidad.
Y es que no podemos dar la espalda a los avances de la técnica. Esta primera década del recién estrenado siglo XXI se está convirtiendo ya en una verdadera odisea en el mundo de la comunicación telemática. De todos modos, quizá convendría recordar a Voltaire, cuando nos decía que 'la salud es algo tan importante, que no se puede dejar sólo en manos de los médicos'. Y es que la salud es cosa de todos.
Jesús Sánchez Martos es catedrático de Educación para la Salud en la Universidad Complutense de Madrid.
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