Delicias de la despensa extremeña
PUERTA TALAVERA ofrece en Plasencia platos sencillos y sabrosos
Se han cumplido ya más de cinco años desde que el joven David Moreno, junto con un equipo de profesionales entusiastas como Óscar del Fresno, decidiesen prestar un aire nuevo a las recetas placentinas. Si la despensa extremeña -nunca ponderada con el entusiasmo que se merece- atesora joyas gastronómicas de inconmensurable valía, el norte de Cáceres y el entorno de Plasencia constituyen la quintaesencia de sus recursos naturales. De los bucólicos valles del Jerte y el Tiétar salen moras y frambuesas, cerezas excepcionales, castañas de sabor poderoso y frutas variadísimas. Y, por supuesto, el mejor pimentón del mundo, además de setas de lujo (boletus y amanitas cesáreas), un aceite de oliva excepcional en la sierra de Gata, así como hortalizas tan refinadas como los espárragos de Talayuela. Por sus dehesas y serranías pastan el cerdo ibérico, el cordero merino y el vacuno retinto, y entre los bosques circundantes, jabalíes, venados, corzos, codornices, conejos y liebres. Con algunas de estas materias primas la cocina de este restaurante pone a punto platos modernos, poco creativos pero sabrosos, que miran a dos horizontes. La mitad se mantienen férreamente vinculados al terruño. Los demás se inspiran en cocinas regionales españolas dispersas.
PUERTA TALAVERA
Talavera, 30. Plasencia (Cáceres). Teléfono: 927 42 42 69. Cierra domingo noche y lunes. Precio: entre 30 y 35 euros. Menú gastronómico, 21,04 euros. Ensalada templada de codorniz, 9,50 euros. Merluza a la vinagreta de tomate, 14,00 euros. Carrilleras al Pedro Ximénez, 9,50 euros. Arroz con leche, 3,01 euros. Pan ... 5,5 Café ... 4 Bodega ... 6 Ambiente ... 6,5 Servicio ... 6 Aseos ... 6
En la relación de entrantes merecen la pena el jamón ibérico y el surtido de embutidos, además del repertorio de quesos extremeños, con la famosa torta de la Serena a la cabeza. Son bien agradables los zorongollos (pimientos) asados y carecen de interés las croquetas de bogavante, tan anodinas y fuera de contexto como la lubina con sofrito de gulas, otro plato cursi. Por el contrario, se pueden recomendar el carpaccio de vacuno retinto y la ensalada de codorniz y patatas en vinagreta. Los asiduos saben de las excelencias de la cruceta, denominada secreto del cerdo ibérico, especialidad fuera de carta que hay que probar a toda costa. Se trata de escalopes magros entresacados de las mantas de tocino del ibérico, que se hacen a la plancha y se sirven con patatas, una delicia.
En el resto se aprecian alternancias. Demasiado seco aunque bien fino el cabrito asado, suculentas las carrilleras de cerdo ibérico al vino Pedro Ximénez y correcta la raya asada en combinación con un salteado de setas y manitas de cerdo. Es una lástima que en un lugar con tantas inquietudes el café sea agresivo y el pan no pase de discreto.
CARTAS DE ACEITES Y MENÚ
LA PROFESIONALIDAD de Carlos Márquez, director en funciones de la casa, se deja ver en muchos detalles de refinamiento. Lo demuestra su bodega, que contiene una cuidada selección de marcas españolas con un extracto de los mejores vinos extremeños. Colección que complementan aguardientes de mucha calidad, brandies y whiskys de reserva. Si la carta de puros merece un elogio, todavía es más interesante la de aceites de oliva vírgenes-extra, en la que tienen cabida los mejores de la tierra, con el de la sierra de Gata en primera línea. Aceite de campanillas que conviene degustar de aperitivo, con rebanadas de pan y unas gotas de sal encima. Es también muy recomendable su menú gastronómico, que por 21,04 euros (IVA y vinos aparte) permite degustar un aperitivo, dos platos y postre. Un día cualquiera, por ejemplo, surtido de lomo, morcón y queso; ajoblanco extremeño; caldereta de cabrito al estilo de la Vera, y sorbete de cerezas del valle del Jerte. Aunque los postres no son lo más brillante, algunas de sus especialidades consiguen nota. No vale nada la espuma de chocolate; es muy fina la espuma de queso con mermelada de moras; simplemente aceptable la tarta tatin de manzana, y un poco desconcertante el arroz con leche, pasado de toques anisados. No se falla, sin embargo, con el sorbete de frambuesa ni con el de romero, con sabor a Semana Santa sevillana. En la sala contigua, dentro de un semisótano, trabaja el bar Salamandra, de la misma propiedad, demasiado ajetreado los fines de semana y festivos.
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