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Reportaje:

Sobran medicinas, faltan datos

La mezcla de fármacos es el principal riesgo sanitario de los ancianos

Javier Arroyo

Como en tantas cosas, en la medicina también la juventud es un valor que prima. Al recoger cualquier análisis de sangre, junto al dato concreto del paciente, aparece un margen superior y otro inferior de valores aceptables. Así, si la cifra está dentro de ese margen, el paciente puede respirar tranquilo. Con una excepción: cuando se llega a cierta edad, por encima de los 65 años, por ejemplo. Esos márgenes dejan de ser una referencia válida porque son útiles para adultos de 40 o 50 años. Éste es uno más de los problemas que se encuentran los ancianos cuando tienen un achaque.

Fermín Sánchez de Medina, catedrático de bioquímica de la Facultad de Farmacia de Granada, cita el ejemplo de los análisis para poner en evidencia el problema general. 'Hay una tremenda escasez de datos de laboratorio sobre la gente mayor. La mayoría de estudios de este tipo se hacen con adultos entre 30 y 40 años; 55 es a lo más que llegan la mayoría de ellos'. En resumen, 'hay muy pocos estudios sobre mayores y enfermedades. Se estudia mucho a los adultos y a los niños, pero se ha olvidado a los ancianos', subraya. Resulta paradójico cuando se trata del grupo de gente que más visita al médico y el más heterogéneo y con más variaciones entre cada persona.

Pero ¿de qué edades se habla cuando se habla de ancianos? El catedrático prefiere evitar una respuesta científica y propone 'una respuesta más social'. 'Con todas las reservas, empezamos a considerar la ancianidad a partir de la jubilación, es decir, a los 65 años'. Aunque 'no todo el mundo envejece a la misma velocidad, a esa edad, socialmente, comienza la vejez'. Tomando esta edad como inicio de la vejez, Andalucía contaba en el año 2000 con 1.103.700 personas mayores de 65 años, algo más de un 15% de la población. Además, es una cifra que crece y crece. No en vano, las expectativas de vida para los andaluces eran en 1975 de 72,68 años y en 1998 pasaron a 77,46, casi 5 años más.

Parece raro, por tanto, que un grupo de personas tan grande no sea objeto de estudios epidemiológicos en la industria farmacéutica. Sobre todo cuando son excelentes consumidores de medicamentos. De hecho, según Sánchez de Medina, ése es el otro gran problema del tratamiento médico de los ancianos: la polimedicación. 'Lo más frecuente es que muchos consuman más de un medicamento y, lo que es peor, que acudan a varios médicos para cosas distintas sin mencionarles qué otros fármacos están tomando'. 'No se atiende suficientemente la interacción entre los medicamentos', añade. El especialista cita también el hecho de que 'en ocasiones son los propios medicamentos los que originan los males'.

Sánchez de Medina ve dos soluciones a este problema. La primera la están aportando los propios médicos, 'sobre todo los jóvenes, que, después de preguntar el nombre del paciente preguntan qué otros medicamentos están tomando'. En segundo lugar, está la conveniencia de que los ancianos compren sus medicinas siempre en la misma farmacia de modo que el farmacéutico conozca todo el historial y pueda recordarle los efectos secundarios de algunos productos.

Sánchez de Medina recuerda también el peligro de la automedicación. 'Son muchas las funciones que se debilitan en el anciano', explica. 'Sobre todo la renal, que hace que los medicamentos estén más tiempo circulando en el cuerpo, con el riesgo de efectos secundarios'.

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Pastillas y alimentos

Si el cuidado con la alimentación debe acompañar al hombre toda la vida, la alerta ha de ser máxima desde el momento en el que pastillas, gotas y jarabes entran a formar parte de la dieta de la persona mayor. Según la especialista en nutrición granadina Carmen López, 'es crucial atender a las posibles interacciones entre los medicamentos y los diferentes nutrientes que se ingieren'. Un mal casamiento entre comida y medicina puede provocar efectos nulos de ésta o efectos indeseados. Un ejemplo es el de la tetraciclina, un antibiótico usado con frecuencia contra la bronquitis. Tomada con un vaso de leche, el efecto de la medicina queda reducido casi a la nada. Otro caso es el del paracetamol: tomado con pasta, por ejemplo, la absorción se retrasa y tarda más en hacer efecto.

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