Buena colección de tópicos

El máximo inconveniente del atractivo policiaco familiar Falsa identidad es limitarse a ser una colección de tópicos sobre el tema. El matrimonio divorciado con un hijo de 12 años que intenta que sus padres se reconcilien, pero no puede evitar que su madre se case con un asesino, mientras su padre trata de creer a su mentiroso hijo y no lo consigue.

Esta historia da lugar, tras un buen comienzo y un sólido planteamiento, a una sucesión de previsibles escenas de peligro para los diferentes miembros de la familia. Lo interesante de la producción es que este inconveniente se convierte en su máxima virtud al estar el conjunto muy bien articulado, sólidamente estructurado y mejor rodado.

La razón reside en que el director, Harold Becker, es un especialista en policiacos que a lo largo de sus 30 años de experiencia ni ha tenido muchos éxitos -sólo ha hecho películas tan eficaces como Melodía de seducción (1989) o Al rojo vivo (1997)-, ni es conocido por el público, ni por el aficionado medio. No obstante, es un buen profesional que sabe lo que quiere y cómo hacerlo, dentro de un género tan particular como el policiaco, y además rueda con una gran minuciosidad. De esta forma, Harold Becker logra que Falsa identidad sea una película policiaca más, que da la sensación de que sus escenas se han visto en repetidas ocasiones, y no tiene problema en asumir los convencionalismos del guión de Lewis Colick con su multiplicación de puntos de vista que daña el resultado final. Sin embargo, tiene un sólido y eficaz planteamiento narrativo, que hace que cada uno de sus elementos esté en su sitio y todo funcione bien dentro del ordenado conjunto.