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La izquierda de México se resquebraja en peleas internas

El disputado triunfo de Rosario Robles en las primarias del PRD abre una dura batalla

Juan Jesús Aznárez

La izquierda mexicana, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), naufraga sin identidad ideológica, disputa los feudos a gritos y cuando sus tribus se engallan, fenómeno en curso, ni Dios Padre las separa. Las primarias para elegir a su presidente fracasaron y el triunfo de Rosario Robles fue pírrico. Lejos de ganar pujanza y de volcarse en la construcción de un verdadero Estado de derecho en México, el PRD se agosta en las luchas intestinas, en el sectarismo y en las refriegas de caudillos y cuadros.

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El 17 de marzo, la tercera fuerza del país desarrolló su última consulta interna prometiendo limpieza y respeto. Contrariamente, repitió los fraudes endilgados al Partido Revolucionario Institucional (PRI), régimen durante 71 años. Las impugnaciones prosiguen a cara de perro y algunas facciones amagan con el cisma de no ser mimados en los órganos de dirección. La construcción de una oferta de oposición que la sociedad perciba como creíble quedó de nuevo postergada.

El escrutinio del día 17 favoreció a la ex alcaldesa de Ciudad de México con el 50,6%, frente al 32,2% de su rival, Jesús Ortega, de más hacia el centro. Al ser protestado y quedar de manifiesto las trapacerías, el movimiento nacido a mediados de los ochenta como alternativa a la prolongada asfixia impuesta hasta 2002 por el PRI, del que proceden sus fundadores, retrocede en la consideración de sus compatriotas. El abandono ya fue evidente en las generales de hace dos años, ganadas por el conservador Vicente Fox con el voto útil de progresistas del PRD. Su candidato, el nacionalista Cuauhtémoc Cárdenas, obtuvo el 16,6% de los sufragios.

El partido gobierna Ciudad de México, cuatro de los 31 Estados de la República y tiene 50 diputados sobre 500 y 15 senadores sobre un total de 128, y deberá apaciguarse para prosperar en las legislativas del año próximo. Irrumpió en 1985 enarbolando el estandarte de la decencia y el pluralismo, y su principal referente, también protestado, sigue siendo Cárdenas. Hoy, el PRD reproduce la endémica tendencia de la izquierda mexicana hacia la dispersión y el canibalismo, según el analista César Cansino, director del Centro de Estudios de Política Comparada. 'Su capacidad y fuerza política para incidir en el diseño y conducción de la agencia política [de México] también han resultado disminuidas', dice.

La influencia del partido mengua en las tareas de la transición más importante en casi un siglo porque el galimatías perredista alberga a la izquierda tradicional, marxista leninista, a socialdemócratas y a un nacionalismo de perfil revolucionario que estigmatiza las privatizaciones, y califica de servilismo al imperio el estrechamiento de lazos con EE UU, cuya Administración decide sobre la suerte de tres millones y medio de mexicanos ilegales. Un sector milita en la revolución cubana y otro disiente.

La actual presidenta, Amalia García, que condiciona su relevo al fallo sobre las impugnaciones, entró en colisión con Cárdenas, aliado de Robles, su sucesora en la alcaldía. El vencedor moral de las denunciadas elecciones de 1998, ganadas por Carlos Salinas de Gortari ( 1998-1994), aludió a la supuesta participación de García en las 'irregularidades' de las primarias, y exigió su salida. Y los partidarios de Rosario Robles en el Distrito Federal, sede de la alcaldía, pidieron la renuncia de la ejecutiva. El grueso del partido aboga contra la fractura, y el propio perdedor, Jesús Ortega, prometió obedecer a Robles, pero su invitación resumía el trance: 'Podemos pactar un divorcio civilizado o un divorcio como La guerra de los Rose, pero yo propongo que el grupo de Rosario reconozca que no somos un partido porque nos falta identidad ideológica y programática'.

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