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Columna
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El baile de los indicadores

Los datos varias veces revisados al alza del crecimiento durante el cuarto trimestre de 2001 han venido a desmentir la existencia de recesión en Estados Unidos y a punto están de contribuir a acuñar una nueva muletilla económica, la 'recesión aparente'.

El milagro se atribuye a la resistencia de las familias a reducir su elevado consumo y al fuerte empuje del gasto público, gracias a cuyos concursos la economía más poderosa de la tierra podría estar creciendo ahora mismo por encima del 4%. Aunque no faltarán quienes ofrezcan oportunidades a la sospecha, no parece que la sorprendente noticia sea una jugada sucia más de los indicadores económicos, tradicionalmente empeñados en destruir el escaso prestigio de los economistas y en ridiculizar a quienes, por haberlos concebido y alimentado, se creen con derecho a interpretarlos. Pero tampoco sería tan sorprendente, porque es bien sabido que algunos indicadores tienen vida propia y comportamiento rebelde, bailan y se crecen en determinados escenarios, rebotan alegremente y a veces mueren por no adaptarse a la vida moderna, como nuestro viejo IPC.

No parece que la economía norteamericana se esté recuperando sobre las bases sanas que convierten el crecimiento en duradero
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Al amparo del eco del milagro americano y mientras el precio del petróleo no consume su amenaza de salirse del tiesto por causa del conflicto de Oriente Próximo, llegan también de Bruselas esperanzas de 'recuperación gradual' para la economía de la eurozona a lo largo de este primer semestre, siendo especialmente alentadoras las noticias procedentes del sector productivo; para el conjunto del año se estima un crecimiento del 1,5% pero, de todos modos, la mejora de la confianza de los industriales franceses, españoles e italianos, o el respiro que ofrecen los últimos datos de la economía alemana, contrastan con el estancamiento del PIB británico. Y en cuanto a Japón, lo de siempre: otro año fiscal que comienza con débil pulso económico, la depreciación del yen, el temor a nuevas quiebras bancarias y la caída en picado de la popularidad del Gobierno. Lamentablemente, el baile de los indicadores de la economía japonesa lleva una década sin sorprender a nadie, más o menos igual que el monegasco Baile de la Rosa .

Los analistas debaten ahora sobre la credibilidad de la recuperación de la economía norteamericana, que no parece vibrante ni alegre, y algunos dudan que se haya hecho pie en el fondo porque la inversión empresarial y el empleo insisten en su bajo tono. La consigna Bush de salir a cualquier precio de la crisis (plan de emergencia, duplicación del gasto de defensa, guerra del acero...) se ha topado con la resistencia de la decisiva inversión en equipos, que no se impulsa sólo con dinero barato; y, además, parece que la Reserva Federal está preparándose ya para cerrar el grifo allá por el verano, en coherencia con la ya cotizada tendencia alcista de los tipos a largo. Por otro lado, los famosos 'déficit gemelos' de la economía norteamericana han vuelto a hacer acto de presencia y sólo uno de ellos, el de cuenta corriente, obliga a financiar cada trimestre más de 100.000 millones de dólares, el equivalente a dos tercios del importe total de la deuda argentina.

En definitiva, no parece que la economía estadounidense se esté recuperando sobre las bases sanas que convierten el crecimiento en duradero y es bien conocido que su déficit exterior, motor de la economía mundial, es el cesto donde se incuban sus más peligrosas fragilidades. Conviene que Alan Greenspan no jubile antes de tiempo su flauta de encantar serpientes.

Roberto Velasco es catedrático de economía aplicada en la Universidad del País Vasco.

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