_
_
_
_
_
AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El petróleo como arma

Emilio Ontiveros

LAS IMPLICACIONES ECONÓMICAS de la escalada bélica en Oriente Próximo pueden llegar a ser más adversas que las que se presumieron tras los atentados del 11 de septiembre, y desde luego mucho más que las realmente observadas desde entonces.

En la medida en que, también a diferencia de las reacciones de la Administración estadounidense tras los atentados, el desarrollo del conflicto en Palestina puede derivar en fracturas de la cohesión internacional, los riesgos de que esos desencuentros se extiendan al por otras razones amenazado sistema de relaciones comerciales internacionales han dejado de ser meras hipótesis. Que ante la esterilidad de los intentos de mediación en ese conflicto de la UE se plantee la posible denuncia del acuerdo de asociación con Israel es sólo un exponente de esos riesgos. El necesario clima de entendimiento en los organismos multilaterales, desde el Fondo Monetario Internacional a la Organización Mundial de Comercio, puede verse igualmente condicionado si en aquella zona acaba imponiéndose el lenguaje de las armas.

El enquistamiento de un precio de barril en el límite superior de ese rango (22-28 dólares), definido como objetivo por el cartel, nublaría, cuando menos, la transición a un entorno de recuperación en las principales economías.

De la inquietud creada dan cuenta, como es habitual en estas situaciones, el renovado fortalecimiento del oro como refugio y, en general, el alejamiento de las inversiones con riesgo superior al normal, las acciones incluidas.

Donde las amenazas al bienestar, no sólo de los ricos, pueden ser más explícitas es en la existencia de distorsiones en la oferta de petróleo. La elevación en las cotizaciones de esta todavía esencial materia prima ya dejaron constancia de la intensificación de la incertidumbre, antes incluso de que Irak propusiera al resto de los países árabes productores de crudo, sin mucho éxito por el momento, recurrir a una suerte de embargo contra Israel y los países occidentales que le apoyaran: al principio de la semana el precio del barril ya estaba en sus máximos en los últimos seis meses, casi un 50% más caro que en noviembre.

Tales perturbaciones tienen lugar pocas semanas después de que los propios exportadores agrupados de la OPEP reafirmaran unánimemente sus propósitos de mantener las restricciones de oferta hasta pasado el verano. Que la OPEP no sea un foro político, como ha subrayado su secretario general, no significa que la capacidad de producción de sus miembros no se encuentre seriamente expuesta a los avatares por los que discurra el conflicto, o que algunos de ellos puedan efectivamente dosificar más aún sus exportaciones. En menos de un mes Irak deberá renegociar con la ONU su plan Petróleo por Alimentos, y la experiencia nos dice que en vísperas similares su comportamiento no es precisamente el más conciliador ni el más propicio a mantener su capacidad de bombeo de crudo.

El enquistamiento de un precio del barril en el límite superior de ese rango (22 -28 dólares), definido como objetivo por el cartel, nublaría, cuando menos, la transición a un entorno de recuperación en las principales economías. La ya mermada confianza puede encontrar en los repuntes de la inflación el peor aliado para asentar igualmente la normalización en muchas economías en desarrollo, principales tributarias de la excepcional reducción en el volumen de comercio internacional durante el último año. Sin necesidad, y afortunadamente sin justificación suficiente por el momento, para rememorar el embargo de 1973-1974, esa frontera de los 30 dólares dispone de capacidad de intimidación suficiente para que se diluya rápidamente el entorno de favorables tipos de interés que hasta ahora preside la economía mundial.

De la actitud estadounidense, del buen sentido de su Administración, no depende ya únicamente la continuidad de la tragedia humana que está sufriendo aquella región, sino el propio y más inmediato bienestar de sus propios ciudadanos. En España, recordemos, las previsiones de crecimiento del Gobierno contaban con un precio del barril por debajo de los 23 dólares.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_