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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Estampas casi perfectas

A veces las obras más breves son las más valiosas e influyentes. Las poesías completas de T. S. Eliot caben en un breve volumen en el que destacan tres libros conocidos. Prufrock y otras observaciones (1917), La tierra baldía (1922) y el mejor de todos ellos, uno de los mejores libros de poemas del siglo XX: Cuatro cuartetos (1935-1942). Con ese bagaje, Eliot cambió de cuajo la poesía angloamericana y la gobernó durante muchos años, especialmente en las Islas Británicas, su lugar de adopción pero no su suelo natal (Eliot -1888-1965- había nacido en Saint Louis, Misuri, Estados Unidos). La poesía de Eliot, sobre un trasfondo de perduraciones finiseculares del legado romántico, supone una nueva visión fundamentada en formas renovadoras cuyo entronque último, paradójicamente, son algunas figuras menores del simbolismo francés, Jules Laforgue sobre todas y cuyo principal distintivo es la idea de la impersonalización: lo que aparece en el poema no es el yo biográfico, sino una proyección del mismo en un correlato objetivo. Por supuesto que hay otros muchos ingredientes en la obra de este poeta, y muchos más cuanto más nos acercamos a la cima suya que es Cuatro cuartetos. Pero los primeros libros de Eliot supusieron, con la invención aludida, un aldabonazo vanguardista del que no se recuperó la poesía angloamericana en muchos años. Su aliado y amigo Ezra Pound remató la faena con su particular aportación y sus empresas renovadoras. Por tanto, la poesía en inglés de este siglo es un antes y un después, sobre todo, de La tierra baldía, el libro que escribió Eliot y montó (como si de una película se tratara) el genio Ezra Pound.

El libro de los gatos habilidosos del viejo Possum

T. S. Eliot. Traducción de Regla Ortiz. Pre-Textos. Valencia, 2001. 83 páginas. 11,12 euros.

Inventos de la liebre de marzo

T. S. Eliot. Traducción de Dámaso López García. Visor. Madrid, 2001. 175 páginas. 8,41 euros.

Las obras de los grandes tienen vocación de no acabarse nunca, y eso también ocurre por el lado más anecdótico e irrelevante de la expresión. Siempre se está a la espera de la aparición de inéditos, joyas nunca aparecidas y perdidas en los misteriosos avatares de cualquier préstamo o mudanza. Los famosos inéditos que casi nunca aportan nada a la obra ya conocida, pero que contribuyen a mover las aguas de la erudición que se agita en torno a esas grandes obras. Es lo que ocurre con estas Inventos de la liebre de marzo que se editan ahora entre nosotros y cuya edición original es de 1996, en la casa Faber & Faber. Se trata de una serie de poemas inéditos que se conservaban en un cuaderno que fue escribiendo Eliot de 1907 a 1917, año de la aparición de Prufrock. Se lo vendió en 1922 al empresario y mecenas John Quinn a cambio de 150 dólares. En él se encontraban muchos de los poemas que pasaron a formar parte del citado Prufrock. El resto no eran publicables y con esa condición reiterada vendió Eliot el cuaderno a quien había sido su benefactor durante años (y a quien había regalado -no vendido- el manuscrito de La tierra baldía, precisamente en prueba de agradecimiento).

¿Qué aportan estos poemas al conjunto de la obra de Eliot? Nada sustancial. Todo lo que sabíamos sobre su poesía está confirmado en estos poemas, incluido el universo que gira en torno a Prufrock. Si no se hubiera editado, no hubiera pasado nada, lo cual confirma que casi nunca lo inédito añade nada relevante al conjunto de la obra. Dicho lo cual, no hay duda de que hay buenos poemas entre estos inéditos porque, a fin de cuentas, proceden de un poeta de primer orden. Estampas casi perfectas, ambientes desoladores relatados con cierta objetividad, ironía y distancia, y ramalazos mayúsculos muy Cuatro cuartetos, como la primera versión (ocho versos) de ese poemazo titulado Pasión menor, donde está contenido todo el universo T. S. Eliot en su versión mayor.

El libro de los gatos habilidosos del viejo Possum, por el contrario, sí apareció en vida de Eliot (lo hizo 1939). Es un libro curioso, nada relacionado con los fundamentos que dieron celebridad y trascendencia a la poesía de Eliot. Frente a la gravedad de su poesía seria, he aquí un alarde de juguetonería en torno al tema de los gatos propiedad de un tal Possum, apodo cariñoso que le puso en su día Ezra Pound al propio Eliot. Una galería de gatos del más variado pelaje se asoma en este libro, siempre desde el buen humor y una disposición al juego con el lenguaje y con los caracteres de estos caleidoscópicos zipi y zape (estupenda esta idea de la traductora) capaces de las más variadas gestas, como zampar sin medida, romper sin consideración, dar tareas insidiosas a los ratones, zanjar peleas entre perros (habráse visto) o cortejar con su presencia viajes nocturnos en un tren expreso de los que ya no existen. Delicia pura siempre y cuando la pongamos sobre el telón de fondo de la otra poesía de Eliot, la que consiente en que nos asomemos a esta otra más leve y circunstancial con complacida complicidad pero sin olvidar su condición de mero acompañante en la obra principal de este poeta inagotable.

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