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Columna
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Haciendo el burro

Que haya Días de las Patrias es lo mejor para no hablar ni de las patrias, ni de los días, sobre todo después de que alguien se tomase por Arafat, otro alguien por Saint Just y todos se juntaran en un coro adhesivo hacia quien se toma a sí mismo por la Solución Completa o Total y practica la doble vía de Jano aprovechando las ventajas de la sociedad democrática hasta el límite, sobre todo económico, mientras la subvierte superándolo en ocasiones, pero amparándose siempre detrás de muchas pantallas y cambios de nombre al punto de no parecer más que un lexicón si no un trastorno múltiple de la personalidad. Pero, ya se sabe, los Días de las Patrias están concebidos para consumo interno y consisten en soldarse entre sí, es decir con los genéricamente afines, y revivir por adelantado el día del mañana sin conflictos porque no otra cosa hay detrás, como si el que los vascos decidan entre sí deba garantizar que no se pueda elegir erróneamente o que con la independencia vengan los días de Jauja y el de nosotros que nos queremos tanto.

Pasada la resaca, puede que a quien parece tomarse por Arafat le haya traicionado el subconsciente ya que ve un futuro de radiante autodeterminación gracias al transvase de 200.000 votos que hubieran tenido que venirle de una Batasuna más que desgastada a causa de que ETA 'sigue haciendo el ridículo' (?), pero que posiblemente se corte en seco, cree, debido al reflejo de encastillamiento que podría producir una eventual ilegalización del entramado abertzale con lo que, y ahí se le luce el subconsciente, no está muy claro que el rasgarse las vestiduras y gritar contra la hipotética ilegalización sea todo lo desinteresado que parecía a tenor de tanta soflama en nombre de los derechos democráticos sino que la denuncia parece teñida de una casi imperiosa necesidad de cazar papeletas, puesto que, como reconoce el propio Padre de la Patria, si 'llegamos a los 800.000 votos estaremos ya muy cerca de muchas cosas democráticamente'.

Nadie le va a echar en cara que busque los votos incluso debajo de las piedras, como ya invitó a que se hiciera antes del 13-M, ni que ésa sea su motivación principal, habida cuenta de que no otra es la función última de los partidos, pero, claro, que luego no venga diciendo que los demás lo politizan todo y van a la caza del voto mientras ellos juran moverse por la largueza, el desapego y la generosidad. Ocurre como en aquel cuentecillo de El Quijote cuando un regidor propone un método infalible para atraer el burro que ha perdido en el monte otro regidor amigo suyo. Como el asno en cuestión se ha vuelto un tanto montaraz y huye cada vez que se le acercan, se ponen de acuerdo para separarse y rebuznar cada uno por su cuenta hasta que el jumento se acerque a uno de los dos, porque ambos rebuznan de maravilla. Lo único que ocurre desgraciadamente es que en vez del burro aparece el otro, quiero decir, el colega rebuznador y eso tantas veces como lo intenten: al apartar las ramas que ocultan a la garganta rebuznadora siempre se encuentran uno frente al otro.

Pues bien, aquí todo se va en rebuznar y el burro sigue en el monte. Incluso parece haber competiciones a ver quién rebuzna más, rebuzna menos o no rebuzna. En el cuentecillo mencionado está a punto de producirse incluso un enfrentamiento entre el pueblo de los regidores rebuznantes y el de quienes les mentan los rebuznos. Don Quijote tratará de evitar la pelea con un discurso circunstanciado y Sancho le ayudará con estas palabras: 'Es necedad correrse por oír un rebuzno, que yo me acuerdo, cuando muchacho, que rebuznaba cada y cuando se me antojaba, sin que nadie me fuese a la mano, y con tanta gracia y propiedad, que en rebuznando yo rebuznaban todos los asnos del pueblo, y no por eso dejaba de ser hijo de mis padres, que eran honradísimos, y aunque por esta habilidad era envididado de más de cuatro de los estirados de mi pueblo, no se me daba dos ardites. Y porque se vea que digo la verdad, esperen y escuchen, que esta ciencia es como el nadar, una vez aprendida nunca se olvida'. Y Sancho emite un poderoso rebuzno que sólo consigue atraer hacia sí en forma de palos la ira del pueblo rebuznador. Y es que hay veces que no todos los burros están en el monte. Ni todas las sogas en casa del ahorcado.

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