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LA SITUACIÓN EN EL PAÍS VASCO
Columna
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Estrategias

Enrique Gil Calvo

¿Puede mirar a los ojos el alcalde de San Sebastián a los concejales de su partido, amenazados de muerte como están por los mismos perdonavidas que le absuelven a él, como incentivo de su apoyo al diálogo autodeterminista? ¿Hasta qué punto es consciente de haber sido comprado y estar siendo usado como un mero instrumento que se esgrime al servicio de la estrategia terrorista?

Euskadi atraviesa hoy por momentos paradójicos. Desde una óptica judicial, la solución definitiva nunca ha parecido tan próxima como ahora, pues apenas quedan libres comandos operativos y la retaguardia francesa está dejando de ser un santuario. A este paso, el único problema sin resolver será la reproducción generacional de los terroristas, pues por lo demás se puede ser más optimista que en 1992, tras la caída de Bidart. Y no sólo porque sus efectivos están ahora más mermados que entonces, sino sobre todo porque hoy la firmeza del Gobierno garantiza que no habrá nada que negociar más que la pura y simple rendición. Ojalá hubieran tenido los Gobiernos socialistas la misma lucidez, en lugar de alimentar con criminales errores y ofertas de negociación las ilusas esperanzas terroristas.

Pero si desde la perspectiva judicial cabe ser optimistas, no sucede lo mismo desde el punto de vista político, pues las estrategias de unos y otros nunca han estado más confusas que ahora, de puro contradictorias que demuestran ser. El Gobierno de Madrid dice aplicar al pie de la letra el Pacto Antiterrorista, pero no hace más que violar su espíritu, acosando a los mismos con quienes lo ha firmado. También la flamante ejecutiva socialista vasca dice sostener el mismo Pacto Antiterrorista, pero no hace más que violar su espíritu apoyando solapadamente a Ibarretxe en el Parlamento vasco. El Gobierno de Vitoria dice buscar el diálogo pluralista contra la violencia y sus encubridores, a la vez que su partido tiende la mano a ETA y Batasuna por boca de Arzalluz y Egibar. En fin, sólo los terroristas parecen seguir una estrategia clara y definida, que es la de amenazar de muerte a cuantos no les apoyen o al menos se callen y desistan.

Para orientarse en semejante maraña de dobles estrategias cruzadas puede resultar útil la consulta del último libro de Ignacio Sánchez-Cuenca (ETA contra el Estado, Tusquets, 2001), que aplica la teoría de juegos al comportamiento de los diversos actores que se enfrentan en el escenario vasco. Sus principales conclusiones son tres: 1. La estrategia actual de ETA, que se sabe derrotada, es forzar al PNV a formar un frente nacionalista. 2. La estrategia actual del PNV también pasa por el frente nacionalista, pues necesita a ETA para forzar el cumplimiento de su programa soberanista. 3. La única posibilidad de moderar al PNV es prometerle que, si rompe con ETA, podrá convocar un futuro referéndum de autodeterminación, posterior al final definitivo de la violencia: pero esta promesa exige el acuerdo formal de los dos partidos que gobiernan Madrid.

Esta óptica parece justificar el reciente giro del PSE, pero peca de simplista en su tratamiento del PNV. No está claro que al PNV le convenga el frente nacionalista, que sólo le beneficia cuando ETA rompe las treguas. Pues en cuanto ETA abre una tregua, como sucedió en Lizarra, la paz al PNV le perjudica. Luego la estrategia del PNV pasa por un frente nacionalista solapado y encubierto con una ETA en guerra, no un abierto frente nacionalista con una ETA en paz, que sólo beneficia a Batasuna. De ahí la famosa ambigüedad.

Por lo tanto, para que el PNV se modere es preciso que antes vacíe de votos a Batasuna. Ésta es la condición necesaria y suficiente para lograr la definitiva pacificación de Euskadi, cegando la reproducción generacional de ETA. Para evitar que resurja su cantera debe visualizarse la pérdida progresiva de su base social. Y esto exige que exista una candidatura representando a ETA, capaz de actuar como termómetro que registre su pérdida de apoyo electoral.

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