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Vilassar de Dalt recupera la única cúpula construida por Rafael Guastavino en Cataluña

Restaurado el teatro que hizo el arquitecto antes de difundir la bóveda catalana en EE UU

Gran desconocido en España, el arquitecto de origen catalán Rafael Guastavino (Valencia, 1842-Asheville, 1908) alcanzó el éxito en EE UU patentando, aunque parezca increíble, el sistema de bóveda catalana tabicada con el que construyó un millar de cúpulas, bóvedas y escaleras en el país americano. Su último edificio antes de partir hacia EE UU, el teatro La Massa de Vilassar de Dalt (Maresme), de 1881, se reinaugurará el 27 abril tras una restauración de cuatro años y 2,4 millones de euros de inversión, que recupera la única cúpula de Guastavino en Cataluña.

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La restauración del edificio, de planta circular con columnas de hierro y dos pisos de palcos que en su centro presenta una imponente cúpula de 17 metros de diámetro construida con el sistema de bóveda catalana tabicada, ha sido realizada por el equipo de arquitectos que reconstruyó el Liceo de Barcelona -Ignasi de Solà-Morales, fallecido hace un año; Lluís Dilmé y Xavier Fabré-. Con la rehabilitación del teatro, cerrado desde finales de la década de 1970, se ha querido recuperar la monumentalidad de la arquitectura de Rafael Guastavino, que en 1881 partió hacia Estados Unidos con el dinero que le habían pagado por diseñar este edificio, y reivindicar su valor histórico como 'eslabón perdido de la arquitectura modernista', explica Fabré.

Construido el edificio en sólo tres meses, la rehabilitación y ampliación en 200 metros cuadrados que estos días se ultima ha tardado cuatro años y en su financiación han colaborado el Gobierno central, la Generalitat, la Diputación de Barcelona, el Ayuntamiento de Vilassar de Dalt y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional. La restauración del teatro, con capacidad para 508 espectadores, no se ha limitado al edificio, que se hallaba en mal estado, sino que también se ha dotado al escenario de torre escénica y maquinaria con seis motores para que la población del Maresme pueda recuperar la fuerte tradición teatral que tuvo entre las décadas de los cuarenta y sesenta del siglo XX.

Libro de la restauración

El gran valor del edificio, que no aparece en la abundante bibliografía -prácticamente toda en inglés- de la obra de Guastavino, es la singularidad de su cúpula, que tiene en el centro un cupulino de cuatro metros de diámetro. 'Es la primera que construyó con el sistema de la bóveda catalana, de uso común en Cataluña desde el siglo XIV y por el que se interesó, estudió e investigó a fondo cuando en 1861 se trasladó a Barcelona para estudiar arquitectura', explica Dilmé, quien ha escrito un libro, junto con Fabré, sobre el arquitecto y el teatro, que, publicado por la Universidad Politécnica de Cataluña, se presentará en las próximas semanas.

'La cúpula', prosigue Dilmé, 'no sorprende únicamente por ser muy grande, sino también porque fue realizada con sólo dos capas de ladrillo que la hacen muy ligera, lo cual le permitió que tuviera un gran diámetro. Fue la primera que realizó, y la única en Cataluña, antes de construir muchas más en Estados Unidos'. Pese a no terner cobertura externa -ahora ha sido impermeabilizada con una cubierta de zinc-, la cúpula ha resistido 120 años sin hundirse pese a las numerosas filtraciones de agua que llegó a tener.

'Era un aquitecto con grandes conocimientos de ingeniería y que tenía un componente de constructor audaz; sólo así se comprende una cúpula de estas dimensiones, que se apoya en las bovédas de los palcos y las 14 colunnas de hierro, no muy gruesas, que sostienen en los extremos la estructura', explica Fabré. Tras la restauración, la cúpula muestra el ladrillo desnudo tras haber eliminado los diversos cielos rasos que la cubrieron durante años.

La prodigiosa cúpula tiene, sin embargo, un defecto al ser el edificio un teatro: proporciona a la sala una gran reverberación. 'El problema acústico es muy grave', asegura Dilmé. Tras un estudio del reputado ingeniero acústico Higini Arau, se ha solucionado el problema instalando bajo el cupulino una gran lámpara que aúna las funciones de iluminación y las de corrector acústico. 'Era necesario para corregir el defecto acústico, pero hemos conseguido que pese a sus grandes dimensiones no distorsione el espacio'. asegura Dilmé.

Además de la rehabilitación del edificio y la recuperación del espacio de la sala teatral tal como Gustavino las concibió, la labor de los arquitectos ha sido dotar de presencia urbana al edificio. 'Era un teatro oculto por edificios que ni siquiera tenía puerta exterior a la calle. Se accedía a él a través de una puerta interior de otro edificio. Ahora tiene una fachada que da a una plaza y que permite la entrada de luz al nuevo vestíbulo y la nueva sala de descanso del segundo piso.

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