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Reportaje:

Un futuro para el feudo

El marquesado de Villanueva de Cauche (Antequera) busca fórmulas para entrar en la modernidad

La aldea de Villanueva de Cauche, dependiente de Antequera (Málaga), es una rara reliquia en la Andalucía del siglo XXI. Nacida en el siglo XVII al abrigo del cortijo-palacio del marquesado de Cauche, cuenta hoy con un escaso centenar de pobladores que en estos días tienen un tema central de conversación: el futuro las 35 viviendas que aún pertenecen a la familia De Rojas Arrese.

Las últimas propietarias de las tierras y el título nobiliario de marquesas de Cauche han sido las hermanas Carmen y Teresa de Rojas Arrese. Hace unos años falleció la primera. Su hermana Teresa vive, aunque con una salud delicada por lo avanzado de su edad. A falta de descendencia directa, los bienes del marquesado los administra ahora su sobrino, José Luis Moreno de Rojas, por medio de una sociedad.

El afán del propietario de poner al día los alquileres tiene preocupado al pueblo

Y es precisamente el afán del administrador de poner al día los alquileres lo que tiene preocupado al pueblo que, receloso, rehúsa hablar con extraños a menos que se le garantice el anonimato. 'Aquí vino un día un señor a decir que había que poner los alquileres al día, pero a mí no me afecta porque yo tengo la casa en propiedad', explica apresurada una vecina.

El caso es que los ánimos andan caldeados, tanto que la concejala de IU Lola Quintana ha elevado una moción al alcalde, el socialista Jesús Romero, para que medie 'con el fin de facilitar el acceso en propiedad de los colonos a las viviendas'.

Al alcalde pedáneo de Cauche, Esteban Reguero, le parece que la iniciativa de IU obedece a la 'desinformación'. 'Estamos mediando, pero estas cosas son delicadas y no se pueden radicalizar las posturas, porque si no, el problema no se resolverá nunca', dice.

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Pero por ahora nadie ha hablado de traspasar la propiedad, sino de actualizar los alquileres, que, según el asesor jurídico del propietario, Miguel Ángel Hortelano, 'oscilan entre 1.000 y 30.000 pesetas al año'.

La otra cara de la moneda es la que describen los vecinos. 'Mi alquiler anual es de 26.000 pesetas, pero yo en mi casa llevo gastados tres millones de pesetas, y ahora me dicen que voy a tener que firmar un contrato de alquiler, que voy a tener que pagar la contribución a nombre del heredero y que cuando cumpla el contrato no se sabe qué pasará. Y yo digo que no firmo nada porque mi familia lleva 70 años viviendo aquí y lo que queremos es que nos vendan la casa a un precio asequible', relata una vecina que no quiere que se desvele su identidad.

Para Hortelano las cosas son diferentes. 'Lo único que pretende mi cliente es poner en orden una relación contractual que hasta ahora ha sido verbal y actualizar las rentas, porque con lo que ahora se paga no se cubren ni los gastos de contribución municipal' explica, y añade: 'Las relaciones entre los propietarios y el pueblo siempre han sido cordiales, y el talante es de entrar atropellando, pero de acuerdo con la ley los vecinos no tienen ningún derecho sobre las viviendas'.

Lo que todos parecen tener claro es que mediación municipal será necesaria a la hora de llegar a una solución negociada. Pero hay que andar con pies de plomo. El Ayuntamiento de Antequera ya intentó hace más de una década expropiar parte de la aldea para construir casas dignas para los vecinos y no hubo acuerdo.

Lo que sí se solucionó en 1992 fue el acceso de los colonos a la propiedad de las tierras, que desde 1679 pertenecían al Marquesado de Cauche después de que Pedro Arrese Girón fuera distinguido con el título de marqués. 'Las tierras se vendieron a un precio muy ventajoso para los vecinos, tanto que tuvimos que hacer una declaración complementaria porque la Junta de Andalucía estimó que era demasiado bajo', explica el abogado.

Las casas, que en origen se cedían a los colonos que trabajaban las tierras del marquesado, quedaron en el aire. Y, al no aclararse su situación, ni unos ni otros acometen con gusto los muchos arreglos que necesitan. 'Antiguamente, las marquesas enviaban todos los años una cuadrilla de albañiles para arreglar las cubiertas, pero en mi casa, las pocas comodidades que tenemos las pagamos nosotros, porque por no tener, las viviendas no tenían ni cuartos de baño. Si es que son antiquísimas', explica la vecina.

El cortijo-palacio de las marquesas se convertirá en el futuro en un hotel rural. Hortelano cree que el proyecto proporcionará alternativas de futuro a la gente del pueblo, pero los colonos no terminan de confiar. 'Yo no creo que todo esto se haga por el interés del pueblo, sino por el de ellos, y a mí con un contrato me tienen cogida. La única manera que tengo de conservar mis derechos sobre mi casa es comprarla', sentencia la vecina.

Una extraña reliquia

Las calles de Villanueva de Cauche no desmienten el aspecto hermoso e intrigante que ofrece desde lejos. Acaballada sobre una loma a orillas de la carretera N-331, la aldea se organiza en filas de pequeñas casas, muchas de ellas iguales, que confluyen en el antiguo palacio-cortijo, bastante deteriorado hoy. Antiguamente, las marquesas visitaban semanalmente su propiedad, y una vez al año, el día de San Miguel, recibían al pueblo para cobrar los diezmos. 'Los colonos que habían edificado su casa sobre un solar propiedad de la marquesa pagaban con una gallina', explican los vecinos. Aquella tradición se prolongó hasta hace unos años, 'con un carácter más festivo que otra cosa', explica Hortelano. Hoy, la marquesa que aún vive ya no tiene salud para ir por el pueblo, y la única parte del cortijo que sigue en uso es la iglesia, en la que se celebra la misa todas las semanas. Por lo demás, los diez chiquillos que aún quedan en Cauche no tienen mucha diversión. El único negocio del pueblo es un bar que no siempre está abierto, y el único recurso es el campo, plantado de olivos, trigo y garbanzos. Sin embargo, la aldea tiene un valor por explotar: su enclave privilegiado. Apenas 25 minutos en coche la separan de Málaga, y diez menos de Antequera. Su fisonomía permanece intacta, lo que la convierte en un lugar apto para el desarrollo del turismo rural, idea que acarician los propietarios del cortijo, que quieren convertirlo en hotel.

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