'Escribir mis memorias me ha resultado difícil, incluso doloroso'
Nacido en Valdepeñas, Ciudad Real, en 1927, Francisco Nieva ha hecho de todo en el teatro. Director, escenógrafo, figurinista y, sobre todo, autor, su obra supo incorporar toda la frescura y originalidad de las vanguardias, además de renovar la escritura dramática con la riqueza de su lenguaje. Miembro de la Real Academia Española desde 1986, Nieva empezó estudiando pintura en la Real Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Autor de títulos como Pelo de tormenta, Aquelarre y negra noche de Nosferatu, La carroza de plomo candente o, El combate de Ópalos y Tasia, entre otras, es catedrático de Escenotecnia en la Escuela de Arte Dramático de Madrid. A sus 74 años, ha vuelto a recorrer su vida para contarla en Las cosas como fueron. Memorias, que aparece estos días en Espasa Calpe.Escribe de sus amores y de los que le fueron imposibles de alcanzar, de los excesos cometidos a lo largo de su existencia y del éxito logrado.
'El éxito puede ser nefasto para una persona porque la estanca y la amanera'
'Técnicamente, el teatro español está a la altura del mejor europeo'
Pregunta. ¿Qué le llevó a contar su vida?
Respuesta. Fue una idea de Espasa Calpe. Me dijeron: 'Tenemos que publicar unas memorias tuyas', y lo cierto es que eso me atrajo inicialmente. Me puse a escribirlas sin saber qué es lo que iba salir y llegué a 643 páginas. No tenía demasiados deseos de hacerlas, pero me picó la curiosidad y me dije: 'Vamos a intentarlo'.
P. ¿Le ha resultado complicado condensar los recuerdos de sus 74 años en las páginas de un libro?
R. Ha sido hasta cierto punto difícil, incluso doloroso. Rememorar determinados acontecimientos no ha sido nada sencillo. Hay muchos que son nefastos y no es nada agradable. Muchas veces me llegué a sentir mal, pero sabía que no tenía más remedio que seguir. Tenía que contar todo.
P. Asegura que no ha vivido nada extraordinario.
R. Es lo que pienso. Si se compara con la vida de muchos hombres ilustres creo que mi existencia ha sido bastante corriente. Para mí, lo que me ha ocurrido ha sido ordinario, porque es lo que me ha deparado la vida. Nunca se sabe lo que va a ser. Yo me he visto mezclado en ambientes muy selectos y también muy canallas, de un gran contraste, sin duda alguna. Eso, a lo largo de 74 años, forma un poso especial, que objetivado y convertido en una obra de arte, o al menos en un testimonio escrito, tiene una entidad. Te pasan cosas, sin duda alguna, interesantes pero que le pueden ocurrir a todo el mundo.
P. ¿Se siente satisfecho de su vida?
R. Muy satisfecho, no, pero la verdad es que el éxito es una buena compensación. Éxito sí he tenido y no quiero más, porque por otra parte el éxito puede ser nefasto para una persona. La estanca, la amanera. El éxito en plena juventud puede ser malo y engañar.
P. ¿Hay que alcanzarlo en la madurez?
R. Así lo creo, ya que está uno más sereno y lo coloca en el lugar que le pertenece. En la realización plena de una vida, el éxito único no tiene tanta importancia.
P. Sin embargo, en la sociedad actual se potencia todo lo contrario.
R. Existe la carrera de exitosos. Y muchos se van a llevar una decepción. El éxito muy prematuro nos introduce en ambientes que no hemos frecuentado nunca y que nos estorban y pueden desorientar. Aunque si el éxito se presenta hay que vivirlo, no hay duda alguna.
P. ¿De qué ha aprendido más, de los buenos o de los malos momentos vividos?
R. De los malos, éstos son determinantes en la creación de un carácter, aunque sin duda alguna han sido los buenos los que me han hecho artista en algún sentido. La influencia de mis padres es decisiva en ese sentido. Soy casi una fotocopia de mi progenitor, y eso ha sido para mí determinante. No todos tienen la suerte de tener unos padres intelectuales, también con sus defectos.
P. ¿Cuáles le han afectado más?
R. Algunos han sido muy determinantes, y no precisamente por literarios. Un amor frustado de juventud, algún estreno desdichado, como Delirio del amor hostil. Eso me ha enseñado mucho. Los fracasos son los que hacen a uno.
P. ¿Se arrepiente de lo que no ha hecho hasta ahora?
R. Me hubiera gustado hacer muchas cosas porque los sueños son libres y sin duda alguna todos esos sueños no han podido llegar a hacerse realidad. Sin embargo, ha habido una obsesión por llegar a alcanzar algo, una madurez, una obra, y eso crea cierta ansiedad. Aunque no sé si es algo que sólo me ocurre a mí o también a otros artistas. Estar en cualquier sitio y, al mismo tiempo, estar pensando en una novela, una comedia, un artículo. No se puede evitar.
P. ¿Qué momentos de su vida ha revivido con más intensidad?
R. Los años vividos en Venecia, donde todavía no escribía con tanta determinación y estaba viviendo en un terreno de tierra de nadie, que no era del todo yo y por eso me gustaba. Recuerdo esos años con mucho gusto. Han sido determinantes en mi obra posterior.
P. ¿Le ha resultado más fácil escribir esta autobiografía o alguna de sus obras?
R. Ésta ha ido saliendo con espontaneidad. Hay obras en las que he trabajado mucho, algunas han tenido 30 años de maduración. Y eso es verdaderamente serio.
P. En años anteriores, usted ha sido crítico con la situación del teatro en España. ¿Hemos alcanzado un nivel óptimo?
R. Técnicamente, el teatro español está a la altura del mejor europeo y artísticamente tenemos algunos autores, que viven todavía, y a los cuales no se les representa demasiado, creo yo. Hay algunos autores que tenemos arrinconados porque el marketing hace que no se estrene bastante. Deberíamos estrenar a los autores españoles. Los hay, y muy valiosos.
P. ¿El Estado debería proteger más este arte?
R. En estos momentos no se preocupa demasiado, no es lo ideal. Sin duda alguna. Hay mucho que reprocharles a las autoridades culturales, que quizá no prestan tanta atención al arte en general, no sólo al teatro. Creo que el arte demasiado protegido es malo, una estética de Estado es nefasta, pero hay muchos aspectos del arte que el Gobierno en este sentido descuida bastante.
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