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EL DERECHO A MORIR DIGNAMENTE

Una juez británica reconoce a una paralítica su derecho a morir pese a la negativa médica

El fallo acepta la petición de la paciente de que le retiren la respiración asistida

Miss B, 43 años, es una mujer inteligente que no quiere vivir atada a una máquina. Tampoco quiere suicidarse, porque es profundamente creyente. El suyo no es un caso de eutanasia porque no pide que la maten para acabar con el calvario que padece desde que el pasado verano quedó paralítica de cuello para abajo. Sólo quiere que los médicos dejen de darle tratamiento y que sea lo que Dios quiera. A sabiendas de que parar la máquina que le permite respirar significa la muerte. Una juez británica, pese a la oposición médica, le garantizó ayer ese derecho a rechazar un tratamiento indeseado.

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Nació en Jamaica, pero desde los ocho años vive en el Reino Unido. Su vida no ha sido fácil. Su muerte tampoco lo será. Tras una infancia infeliz y llena de penurias, su fortaleza de carácter y su tesón le permitieron acabar sus estudios y graduarse en ciencias sociales. Durante años ha trabajado como asistenta social en Londres. Cuando cayó enferma, era la jefa de departamento de un hospital. Ha visto sufrir a mucha gente.

En agosto de 1999 los médicos descubrieron una malformación de los vasos sanguíneos en su columna vertebral, que podía derivar en una incapacidad grave. Miss B ya dejó entonces escrito que no deseaba recibir tratamiento si caía enferma de por vida, o con una incapacidad mental permanente, o inconsciente.

Su condición mejoró y volvió al trabajo. Pero a principios de 2001 el estallido de una vena en el cuello acabó dejándola paralítica. Con la mente intacta pero el cuerpo a merced de la respiración asistida, se acogió al derecho que otorga la ley británica a todo adulto mentalmente capaz, de poder exigir a los médicos que dejen de aplicarle cualquier tratamiento, incluso a sabiendas de que eso le llevará a la muerte. Los médicos se negaron, convencidos de que el tiempo y la rehabilitación acabarían por hacer cambiar de opinión a la paciente. En ese momento empezó la batalla legal que acabó ayer.

Arrogancia de los médicos

'Respeto el derecho de los médicos a decir que personalmente no quieren hacerlo. Pero no entiendo la arrogancia con que siempre me han impedido acceder a alguno que sí estuviera dispuesto a hacerlo', declaró Miss B en el juicio. Los médicos la invitaron a apagar ella misma la máquina para acabar con su vida. Pero ella no quiere suicidarse. Porque es creyente y porque, aunque nunca se ha casado, ha vivido siempre rodeada de amigos y familiares y no quiere que el suicidio marque su despedida y deje mal recuerdo a su querido ahijado.

'En muchos aspectos la decisión de interrumpir el tratamiento es muy difícil para mí, porque he sido siempre cristiana creyente y practicante toda mi vida. En la Iglesia domina la visión de que debería esperar hasta que Dios me cure. Y retirar la ventilación puede ser visto como si yo tirara la toalla', admite. 'Ha sido muy difícil racionalizar lo que estoy haciendo en el contexto de mi fe, pero creo que no hay alternativa y no tengo ninguna posibilidad real de recuperación. He empezado a comprender que la gente muere o queda incapacitada y Dios no siempre interviene', concluye.

El juicio pasará a los anales de la justicia británica por el fondo del asunto y por los medios utilizados: un circuito cerrado de televisión permitió unir a la juez, que estaba en Birmingham, a la paciente -atada a la máquina en el hospital- y al resto de los magistrados, reunidos en el Tribunal Supremo en Londres.

La juez Elizabeth Butler- Sloss, un peso pesado de la justicia británica acostumbrada ya a tomar decisiones delicadas y polémicas, falló ayer que Miss B está perfectamente capacitada para decidir si quiere que le interrumpan o no el tratamiento, aún a sabiendas de que esa interrupción significará la muerte para ella. La juez afirma su intención de permitir que la paciente muera 'en paz y con dignidad'; y añade: 'Hay que permitirlo a quienes están tan severamente discapacitados como Miss B, a quienes vivir en tales condiciones puede suponer algo peor que la muerte'. Para Butler- Sloss, Miss B 'es claramente una espléndida persona y resulta trágico que alguien con sus capacidades haya sido abatido tan cruelmente. Espero que me perdone por decir que si ella reconsiderase su decisión podría ofrecer mucho a la comunidad. Debajo de este importante asunto está la trágica historia de una mujer de 43 años, capacitada y con talento, que ha sufrido una enfermedad devastadora que la ha dejado tetrapléjica y cuyo deseo expreso es no seguir viva artificialmente'.

Clarividencia

Miss B no sólo ha demostrado a los psiquiatras y a la juez que está mentalmente capacitada para la decisión, sino que ha impresionado a todos los que la han tratado por su entereza de carácter y la clarividencia con que analiza su situación.

Los gastos legales (unos 95.000 euros) deberá pagarlos el hospital. Butler-Sloss concede además, simbólicamente, 173 euros a Miss B en concepto de daños y perjuicios, porque los médicos le impidieron ejercer el derecho a negarse a recibir tratamiento. El hospital no recurrirá la decisión judicial. 'Me hubiera gustado que se apelara ante la Cámara de los Lores. Es un precedente extremadamente preocupante que espero que no se repita', declaró Andy Berry, de la organización Alert.

Aunque los médicos se oponían a desenchufar el aparato de respiración asistida por razones éticas, las directrices del Colegio de Médicos apoyan a la juez. 'La decisión refuerza las bien establecidas directrices legales y éticas de que todo adulto capacitado tiene derecho a rechazar tratamiento médico, incluso si ello puede llevarle a la muerte', declaró el doctor Michael Wilks, de la Asociación Médica Británica.

Vista del Tribunal Supremo en Londres.
Vista del Tribunal Supremo en Londres.ASSOCIATED PRESS

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