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Reportaje:MANUEL MARÍA SMITH IBARRA

La imagen de Neguri

El arquitecto bilbaíno es el mejor representante del esplendor de la burguesía vizcaína a principios del XX

Ahora que Bilbao parece vivir un momento de esplendor arquitectónico no está de más recordar el anterior periodo en el que se apostó por las edificaciones señeras, aquellas que caracterizaron una época de esplendor en la capital vizcaína. Uno de los mejores exponentes de ese momento que podría situarse en los 30 primeros años del siglo pasado es, sin duda, Manuel María Smith Ibarra, artífice de las principales mansiones de los potentados de Neguri, pero también autor de la estación de Atxuri, del Hotel Carlton (ambos en Bilbao) o de las casas para los trabajadores de Altos Hornos en Barakaldo.

El itinerario vital de este arquitecto que nació en el Casco Viejo de Bilbao en 1871 es paralelo a la evolución del territorio en el que levantó sus mejores obras. Su madurez creadora coincide con el esplendor de un territorio que se enriqueció gracias a la neutralidad en la primera guerra mundial. De las fortunas amasadas en aquellos años surge el paisaje de Neguri, en el que la mano de Smith Ibarra es decisiva.

Aquellos potentados querían residencias que estuvieran a la altura de sus cuentas corrientes y Smith fue un arquitecto que satisfizo estos deseos. De hecho, recibió un auténtico aluvión de encargos residenciales de alto copete entre 1904 y 1930 hasta el punto de que casi llegó a especializarse en esta tipología residencial. Para llevar a cabo sus proyectos miró a un territorio con el que Vizcaya mantenía relaciones fluidas, Gran Bretaña.

Buena parte de su producción más interesante bebe de los estilos más en boga en el Reino Unido, como el Old english, con el que trabajó en los previos a 1910, y el Reina Ana. En este estilo se puede encuadrar el palacio de Artaza, en la localidad de Leioa. Significativa es la casa que diseñó para Luis Arana, en la avenida de Zugazarte, conocida como Cisco. Aquí, a partir de una planta en forma de mariposa, coordinó cinco cuerpos cada uno de ellos con su propia cubierta, apuntada o cónica. Y en el interior mantiene las aportaciones de la arquitectura inglesa de la época, con especial atención al equipamiento: baños, calefacción, agua fría y caliente, etcétera.

Pero Smith es sobre todo un arquitecto ecléctico y, como se dice en el argot flamenco, tocaba distintos palos, según el tipo de edificio que estaba proyectando. Así, cuando atiende a construcciones religiosas opta por el estilo neomedieval (la iglesia de Santa María en Soscaño, Carranza, es buena muestra). Y no se olvida de participar del regionalismo, corriente en boga en toda Europa en aquel principio de siglo XX, tal y como se puede vislumbrar en algunas de las residencias que construyó para la burguesía de Neguri.

Ahí está, por ejemplo, el palacio de Lezama Leguizamón, en el promontorio de Arriluce, con ingredientes de los regionalismos vasco y montañes, además de unas gotas de neomedievalismo que harían las delicias de cualquier revista de decoración de la época. Aun hoy, este palacio y sus vecinos, en los que también intervino Smith, suponen un ingrediente imprescindible del perfil del barrio de Neguri.

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El interior de estas mansiones reproducía las pretensiones de la edificación. Buena prueba de ello es, por ejemplo, la biblioteca del propio palacio Lezama Leguizamón, de claras inspiraciones clásicas, y que está a la altura de la biblioteca antigua de la Universidad de Deusto.

Todos estos componentes han llevado en muchas ocasiones a clasificar a Smith Ibarra como arquitecto elitista, pero también cuenta con interesantes aportaciones en viviendas para trabajadores, como la que realizó en Barakaldo para los empleados de Altos Hornos de Vizcaya (AHV).

Como señala la principal estudiosa de la obra de Smith Ibarra, Maite Paliza Monduate, 'defendió la vivienda unifamilar como el único hábitat posible para el perfecto desarrollo del hombre y la institución familiar. Según él, las autoridades y la sociedad, en general, tenían que arbitrar soluciones de viviendas individuales para las clases modestas. Era obligatorio ofrecer buenas condiciones de espacio, equipamiento, higiene, etcétera'.

Todo esto se puede encontrar en las citadas viviendas que vuelven a mostrar la inspiración británica de este arquitecto. Las casas están inspiradas en las de los suburbios británicos y forman parte de una serie más bien escasa de viviendas dignas para obreros (fuera unifamiliar o en bloque), que no se ha recuperado hasta épocas bien recientes.

La labor de Smith fue más allá y supo adaptarse a las nuevas caras, tristes y trágicas, que iba ofreciendo el siglo. No eran momentos de derroche, pero tampoco se adscribió al montaje monumental del caudillo, y apostó por líneas racionalistas o mantuvo el respeto al regionalismo. En el primer caso, se pueden citar la casa Prado, en Las Arenas, o las oficinas centrales de AHV, en Barakaldo.

Y en el segundo, se encuentran el Ayuntamiento y la plaza de los Fueros de Gernika, o la casa de Teodoro Arocena, en Arrankudiaga, de clara inspiración neovasca y que supusieron un respiro en los tiempos de posguerra.

APUNTE

La faceta más desconocida de Smith Ibarra es la teórica, en la que mostró sus dotes de visionario. Como ejemplo, el proyecto que realizó de un viaducto entre Miraflores y Basurto, o la creación de una estación intermodal en Abando. Todo ello, hace casi un siglo.

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