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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mala noticia

Mary Robinson ha tirado la toalla y ha anunciado que no se presentará a la reelección cuando, el próximo mes de septiembre, termine su mandato como alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Es una mala noticia, porque Robinson, de 57 años y ex presidenta de la República de Irlanda, ha conseguido en los cinco años que ha estado al frente de esa difícil delegación el respeto de la mayoría de los países y de las organizaciones humanitarias tanto por su energía y dedicación como por su independencia de criterio.

Es también una mala noticia porque en su decisión parece haber influido la falta de apoyo, por no decir la animadversión, de EE UU. La alta comisionada criticó a Moscú por su sangrienta represión en Chechenia y a Washington por el 'desproporcionado' número de víctimas civiles que han provocado los bombardeos sobre Afganistán, por el trato que reciben los prisioneros talibanes y de Al Qaeda en la base de Guantánamo y por su reiterada aplicación de la pena de muerte. Aún el pasado lunes, al anunciar su renuncia, Mary Robinson criticó la ola de islamofobia que recorre Occidente y advirtió que la respuesta occidental a los ataques terroristas en EE UU puede socavar la protección de los derechos humanos en todo el mundo.

La retirada de Mary Robinson coincide con un nuevo intento de la Administración de Bush para obtener un escaño en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, de la que fue expulsada el año pasado por oponerse al Tratado Antiminas y al Tribunal Penal Internacional, entre otras iniciativas. Washington tiene ahora segura su vuelta, no porque haya desaparecido el malestar por su comportamiento, sino porque los Gobiernos de España y de Italia han anunciado que retirarán sus candidaturas en el grupo que representa a los países occidentales, de forma que la de Estados Unidos sea aceptada automáticamente.

La elección del sucesor de Robinson será un buen indicio para saber hasta qué punto EE UU está preocupado por controlar organismos internacionales de los que depende en parte su imagen. Y también de la capacidad de la ONU para mantener el prestigio de un organismo cuyo trabajo consiste en representar la conciencia de Naciones Unidas, como la ha representado, con coraje y claridad, Mary Robinson.

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