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Columna
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La presidencia española y la urgencia de las reformas estructurales

'Me encantan las operaciones imposibles', ha declarado el presidente José María Aznar refiriéndose a las dificultades que va a encarar en la Cumbre de Barcelona. Realmente es una postura valiente, aunque demasiado voluntarista,ya que las reformas estructurales son siempre las más difíciles de aprobar por los políticos, por la sencilla razón de que tienen siempre costes a corto plazo y sus beneficios, que son siempre mucho mayores que los costes, sólo empiezan a percibirse a medio plazo.

Sin embargo, la Unión Europea necesita urgentemente llevar estas reformas a cabo por dos poderosas razones. La primera es que son necesarias para conseguir un verdadero mercado único europeo para los bienes, los servicios y los factores de producción, que es uno de los mandatos a que se han comprometido, hace ya una década y media, los jefes de Estado y de Gobierno de los países miembros, sin que se haya avanzado, ni de cerca, con los objetivos previstos inicialmente. La segunda es que es la única manera en la que se puede aumentar la inversión, el crecimiento y el empleo potenciales de la UE, que poco a poco se va quedando descolgada de EEUU, su principal competidor.

EE UU ha elevado su crecimiento potencial a una tasa de entre un 3% y un 3,5%; la tasa actual de la UE oscila entre un 2,5% y un 3%
Será muy difícil que la presidencia española logre los reformas propuestas. Pero puede adelantar el calendario de alguna de ellas

Los datos de este descuelgue son muy preocupantes. En los últimos diez años, EEUU ha conseguido aumentar su PIB a una tasa anual media del 3,7%, frente a sólo el 2,1% de la UE, y sacar una ventaja de más de 1,1 billones, europeos, de euros, a la UE. Es decir, su PIB ha logrado una ventaja, respecto de la UE, equivalente al PIB de Italia, cuando hace una década el PIB europeo era ligeramente superior al de EEUU. Además, ha conseguido elevar su crecimiento potencial anual a una tasa de entre un 3% y un 3,5%, mientras que la tasa actual de la UE oscila entre un 2,5% y un 3%, exactamente la relación inversa a la que existía entre ambos hace diez años.

PIB y productividad

El PIB por habitante actual de la UE, en términos de poder adquisitivo, es sólo el 65% de la media de EEUU. Esta brecha de 35 puntos porcentuales se justifica por tres factores fundamentales. Un tercio de la diferencia se debe a que la productividad total de los factores es más elevada en EEUU. Otro tercio se debe a que la tasa de empleo, en porcentaje de la población en edad de trabajar, es más elevada en EEUU, con un 74%, que en la UE, con un 64%, y, finalmente, otro tercio a que las personas empleadas en EEUU trabajan más horas, en cómputo anual, 1.880, que las europeas, que sólo alcanzan 1.650 horas anuales. Es decir, EEUU ha conseguido tener un mayor porcentaje de la población con empleo, que trabaja más horas y que tiene mayor productividad que los empleados europeos.

Es más, en la última década, EEUU ha logrado tener unos incrementos medios anuales de la productividad por trabajador no agrícola superiores al 2%, al tiempo que aumentaba el empleo a una tasa media del 1,7%, mientras que la UE ha conseguido aumentos anuales medios de dicha productividad del 1,8% pero con un crecimiento anual medio del empleo de sólo el 0,65%.

Todo ello se ha logrado porque EEUU ha conseguido, desde hace mucho tiempo, un verdadero mercado único e integrado, en el que las empresas están sometidas a un mayor grado de competencia, con lo que se han visto obligadas a llevar a cabo su reestructuración, para ser competitivas, más de una década antes que las de la UE y porque, posteriormente, han realizado unas inversiones masivas en capital físico y en nuevas tecnologías que han aumentado notablemente su tasa de productividad.

La inversión real bruta norteamericana ha crecido a una tasa media del 6,7% durante la última década, frente a un 2% en la UE, y su inversión real en bienes de equipo y tecnología ha crecido a una tasa anual media de 11,1%, frente al 4,7% de la UE. De ahí que la productividad por persona empleada en la UE sea sólo el 72% de la media de EEUU.

Es hoy un hecho constatado que la media de las empresas americanas es mucho más dinámica y eficiente que la de la UE. Prueba de ello es, por un lado, que el capital europeo lleva ya bastantes años invirtiendo masivamente, tanto directamente como a través de la bolsa, en las empresas norteamericanas, lo que ha permitido a EEUU financiar su elevado déficit por cuenta corriente sin dificultades, y, por otro, que, a pesar de su masiva inversión, las empresas norteamericanas se encuentran actualmente menos endeudadas que las europeas, ya que han recortado fuertemente sus costes en previsión de una recesión, lo que les permite hacer frente ahora a la recuperación con mayor músculo financiero que las europeas.

Más inversión

Por tanto, si la UE quiere recuperar el terreno perdido tiene necesariamente que hacer frente, con urgencia, a las reformas estructurales que van a permitir no sólo tener un mercado único más integrado y más dinámico, sino también aumentar, posteriormente, el crecimiento potencial del empleo y del PIB. Un mercado europeo no segmentado, unido a la liberalización de los mercados de bienes, servicios y factores, atraerá mucha más inversión nacional y extranjera para aprovecharse de las mayores economías de escala y de las mayores posibilidades de entrada y salida en dichos mercados, lo que generará mayor inversión, empleo y crecimiento. De ahí que, con toda lógica, la presidencia española haya apostado por dar un impulso decisivo a las reformas aprobadas en Lisboa, pero que muestran una gran inercia en su aplicación.

Sin embargo, no va a ser una tarea fácil, ya que el entorno económico y político es el menos adecuado posible para tomar decisiones sobre unas reformas cuyos resultados positivos sólo se van a percibir pasado un tiempo, mientras que, a corto plazo, pueden tener costes.

Por un lado, la recuperación de la economía de la UE va con cierto retraso respecto de la de EEUU, mientras que este último país tuvo ya un crecimiento positivo en el último trimestre de 2001, la economía de la UE experimentó todavía un crecimiento negativo, en tasa anual, de -0,2%. Por tanto, es probable que la UE esté tocando fondo en este trimestre y que empiece a recuperarse en el siguiente. Es decir, algunos de los países que van a tener que tomar las decisiones en esta Cumbre están todavía en recesión y no percibirán síntomas claros de recuperación hasta casi finalizada la presidencia española, lo que hace muy improbable que apoyen medidas que, a corto plazo, puedan tener algún coste.

Por otro lado, en los próximos seis meses van a tener lugar elecciones generales en casi la mitad de los países que asisten a la Cumbre: dos elecciones en Francia, las presidenciales en abril y mayo y las generales en mayo y junio; tres elecciones en Alemania, dos regionales, una de ellas en abril y las generales en septiembre, y, por último, las generales de Portugal en marzo, de Holanda e Irlanda en mayo, y de Suecia en septiembre. La experiencia histórica demuestra que es enormemente difícil hacer reformas estructurales en época electoral, especialmente cuando todas estas elecciones van a ser muy reñidas y unos pocos miles de votos en circunscripciones clave pueden hacer que gane un partido u otro.

El peso electoral

Por el contrario, es en estos momentos electorales cuando se suele prometer un aumento del gasto social o una reducción de los impuestos directos y nunca una reforma del mercado laboral o una liberalización total de sectores enteros de actividad para que aumente la competencia, que aunque va a terminar beneficiando a todos los ciudadanos como consumidores o usuarios, no sólo reduciendo las tarifas que pagan sino también creando más inversión y empleo, sin embargo, a corto plazo, se percibe como negativa para el empleo, la seguridad en el puesto de trabajo o la supervivencia de algunas empresas que no van a ser capaces de hacer frente a mayores dosis de competencia. Buena prueba de todo ello es que los países que más están apoyando las reformas son aquellos que no tienen elecciones este año: España, Reino Unido e Italia.

Por último, algunas de las reformas propuestas necesitan desarrollar redes de infraestructuras que suelen ser caras y pueden llegar a necesitar un mayor esfuerzo de aportación financiera por parte de los países miembros, en unos momentos en los que algunos países están rozando el techo de déficit permitido por el pacto de estabilidad y no quieren incurrir en gastos de maduración lenta.

En definitiva, desgraciadamente, va a resultar muy difícil que la presidencia española logre los objetivos que se ha propuesto. A lo más que puede aspirar es a conseguir adelantar el calendario de alguna de las reformas propuestas para que, por lo menos, coincidan o no se desvíen demasiado del previsto en la cumbre de Lisboa.

Guillermo de la Dehesa es presidente del CEPR, Centre for Economic Policy Research.

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