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Reportaje:RÍO HOZGARGANTA | EXCURSIONES

Artillería fluvial

El agua del Hozgarganta, que serpentea por Jimena de la Frontera, alimentó una fábrica de bombas

Tereixa Constenla

Camino del mar el Hozgarganta serpentea con cierta discreción por el Parque Natural de los Alcornocales hasta que llega a Jimena de la Frontera (Cádiz). A la altura del municipio zigzaguea como dibujado por una mano temblorosa en un intento de conservar una distancia prudencial de las casas.

La pequeña ruta que recorre la orilla fluvial que bordea Jimena arranca en la vereda de Gamero (una pista desaconsejable para vehículos que está entre el cámping y el monumento de la Cruz Blanca), que llega hasta el cauce después de un pequeño trecho pedregoso e irregular, salpicado de cortijos y, ocasionalmente, rebaños de cabras. En la bifurcación de la vereda -a la derecha o río arriba se puede seguir otra ruta camino del área recreativa Los Acebuches- se sigue la lógica del cauce por la margen izquierda. Para los visitantes foráneos la primera parada justificada es el encuentro súbito con el río. El Hozgarganta sorprende por su lecho generoso y sus aguas claras, que a un lado dejan el paisaje abrupto de Los Alcornocales y al otro un relieve no menos abrupto en el que se suceden las formaciones geológicas y las urbanas.

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A lo largo de la ruta se repiten los molinos (Rodete, La Chica..), en distinto estado de conservación. El primero, recuperado, está habitado en la actualidad. Los siguientes presentan una situación más ruinosa, aunque es posible observar aún las redes usadas para canalizar el agua. A pesar de que no entraña apenas dificultad, este itinerario se aleja a veces del cauce a través de rocas desde las que se pueden contemplar grandiosas vistas del Hozgarganta, como los requiebros en el paisaje, las pozas que invitan al chapuzón imprudente o los islotes inesperados. El Hozgarganta está considerado, con razón, uno de los últimos ríos vírgenes de la Comunidad Andaluza. El tramo que discurre por Jimena, desde luego, ofrece una transparencia difícil de hallar en otros cauces.

El sendero, que se prolonga durante unos cuatro kilómetros, atraviesa por zonas de empedrado, pasillos entre rocas e, incluso, por escalones esculpidos sobre arenisca. Si no interesa completar la ruta, se puede abandonar antes de cubrir la mitad de la misma tomando a la izquierda una vereda conocida como 'la encubierta', que conduce hasta el casco antiguo de Jimena. Lo que, sobre el papel, podría parecer un atajo para piernas perezosas puede resultar disuasorio por la inclinación de la pendiente, que parece más pensada para practicar escalada que senderismo.

Las cuestas, las pendientes y las inclinaciones se repiten en la localidad gaditana en cualquier actividad que se organice, tanto si pretende recrearse junto al río como si se trata de ir a comprar el pan. El municipio, construido sobre un cerro escarpado, es un sube y baja permanente que alcanza su cénit en el trazado urbano que conduce hacia el castillo (¡y la oficina de información de Los Alcornocales!), un desafío vertical desaconsejado para corazones delicados.

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De proseguir la ruta paralela al río se encontrará aún con los restos de otro molino harinero y una zona de antiguos huertos, donde sobreviven naranjos. Los frutales y unos pocos eucaliptos junto al cauce son las únicas especies arbóreas que rompen la hegemonía de quejigos, encinas y alcornoques, que acompañan toda la ruta.

Ya casi en el tramo final puede apreciarse el canal que se construyó para conducir el agua hacia la Real Fábrica de Artillería de Carlos III, conocida popularmente como la fábrica de bombas. Este complejo fue construido en el siglo XVIII para producir las bombas y balas de cañón que utilizaban las tropas españolas durante uno de los asedios a Gibraltar, aunque la mayor parte de la producción se destinaba a las Indias.

La fábrica dejó de funcionar a finales de 1789, entre otras razones por el régimen irregular del caudal hídrico y la falta de hierro de la comarca. El canal que se construyó para abastecerla, conocido como el Cao, se mantiene en un estado aceptable a lo largo de sus 650 metros de longitud. El sendero corre próximo al canal en los primeros tramos hasta llegar a la fábrica, donde comienza a separarse del río rumbo al casco urbano hasta el que se accede por el camino de la Pasada de Alcalá.

Barcos rupestres

- Dónde: A Jimena de la Frontera se puede llegar desde la carretera A-369, que conecta Ronda y Algeciras. - Cuándo: Esta época es idónea por el caudal que lleva el Hozgarganta, que tiene un régimen irregular. - Alrededores: El pueblo gaditano merece una excursión por su belleza, todavía nada adulterada con acicalamientos postizos para los visitantes. Recorrerlo, sin embargo, requiere una gran dosis de voluntad y esfuerzo por la sucesión de cuestas. En 1983 se declaró conjunto histórico-artístico por su valor como ejemplo de arquitectura popular, bien conservada y homogénea. El pueblo está coronado por los restos de un castillo, que se irguió sobre una primitiva ciudad romana. Del castillo parte un sendero hacia el Baño de la Reina Mora, como se conoce una pileta construida junto a una gran roca. La leyenda sostiene que era el lugar elegido por una reina mora para sus afeites y baños. La visita, mitos aparte, merece la pena por la increíble panorámica que se observa desde la roca. En el término de Jimena también se encuentran las pinturas rupestres de Laja Alta, que muestran barcos de distintos tipos y revelan los primeros contactos entre los pueblos de la zona y los piratas de finales de la edad del Bronce. - Y qué más: Información en la Oficina de Turismo (956 64 05 69), junto al castillo.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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