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Columna
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Estados de ánimo

Dado que los análisis técnicos, números, comparaciones estadísticas y demás ejercicios premonitorios que hacemos un año sí y otro también suelen saltar por los aires a las primeras de cambio, habrá que buscar otras variables para intentar aclarar el oscuro panorama que se le presenta a cualquier amigo de la futurología cuando llega la Copa del Rey. Al no poder escarbar en los equipajes de los jugadores para saber el número de calzoncillos que llevan (índice inequívoco de sus aspiraciones) repasemos cómo llegan de ánimo a Vitoria. En la zona positiva de esta clasificación anímica tenemos a Unicaja y Tau. Los malagueños parecen haber recuperado la alegría justo a tiempo, han ganado por fin un par de partidos apretados y seguro que el jugar lejos de Málaga les relaja. En cuanto al Tau, sólo una objeción a su condición inequívoca de equipo por el que apostar: ser anfitriones en la Copa es un buen marrón (ahí está la historia para corroborarlo) y esto siempre resiente los espíritus, ansiosos y agobiados por la presión ciudadana. En la zona media nos encontraríamos a los emboscados, llámese Joventut o Pamesa. Sin duda presienten que oportunidades hay, pero tampoco son tan reales como para presentarse con los biorritmos alterados. Es más, intentan no hacer más ruido del necesario y que los focos no les apunten directamente. Bajando hacia zonas algo más depresivas nos encontramos con el Barcelona. Los azulgranas viajan con la mosca detrás de la oreja. Lo del sábado ante el Tau les ha hecho reconocer a técnico y jugadores que no están en un buen momento. Una declaración de este estilo no es un buen augurio e indica que de moral, más bien regular. Y en los bajos fondos de la clasificación, aunque por motivos diferentes, habitan sevillanos y madridistas. Al Caja San Fernando le vendrá bien olvidarse durante un fin de semana de sus penurias ligueras, pero no tienen dónde agarrarse para soñar con grandes objetivos. Lo del Hospital General, también conocido como Real Madrid, tampoco invita a ningún optimismo, sobre todo cuando una situación así se alarga durante tanto tiempo que ni el ánimo más inquebrantable es inmune a la desesperación. Aunque eso nos les da carta blanca para justificar cualquier resultado.

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