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Reportaje:

El último cigarro

Cerca de 1.500 familias granadinas que viven del cultivo del tabaco y 231 empleados de la fábrica de Cetarsa padecerán el cierre de la factoría anunciado por la SEPI

'No he hecho otra cosa en la vida que cultivar el campo. Ahora tengo que buscar trabajo, pero ¿dónde? La realidad es que hoy no te quiere nadie'. Agustín Fernández, de 39 años y padre de dos hijos, es uno de los cerca de 1.500 productores de tabaco de la vega de Granada. Desde hace meses pasa las noches en vela tratando de encontrar una salida para seguir manteniendo a su familia cuando la cosecha del tabaco toque a su fin. Todos se resignan a aceptar que esta producción tiene los días contados en la provincia.

Los cupos y las exigencias de calidad impuestos por la UE han complicado cada año las rentas de estos agricultores. Pero la situación se agrava. Hace unos días la Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI) anunció el próximo cierre de la fábrica de procesado del tabaco que la empresa Cetarsa tiene en Granada y donde los productores venden cada año todas sus cosechas. Como consecuencia de esta clausura 231 empleados se quedan sin trabajo, pero todos están seguros de que 'el paso siguiente es cargarse el cultivo'.

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'LO QUE QUIERO ES TRABAJAR'.
'LA ESPERANZA ES LO ÚLTIMO QUE SE PIERDE'.

La familia de Agustín cultiva el tabaco desde no recuerda cuantas generaciones atrás y ahora él puede acabar con la tradición. Su situación no es fácil porque no tiene tierra. Lo que heredó de su padre es el cupo de cultivo de 7.000 kilogramos de tabaco que impone la UE y cada año arrienda unas 2,5 hectáreas de tierra para poder explotar su herencia. Los propietarios de ese suelo ni siquiera aceptan alquilarle siempre las mismas parcelas para que no adquiera derechos de propiedad. El tabaco es un cultivo seguro pero 'si arriendo la tierra para sembrar ajos o cebollas puedo ganar o perder dinero al final'.

A pesar de los problemas, a Agustín y a otros cientos de agricultores del tabaco les quedan dos cosechas seguras y durante ese tiempo podrán plantearse una reconversión. Los trabajadores de la factoría, sin embargo, tienen el conflicto a la vuelta de la esquina. El cierre es inminente.

Búsqueda de empleo

Sergio Romero tiene 47 años y 22 de ellos los ha pasado trabajando en la fábrica. Su mujer es ama de casa y asiste a un taller de técnicas de búsqueda de empleo. Sus tres hijos se acaban de enterar de que su padre perderá el trabajo que les da de comer, así que el mediano de ellos, de 8 años, decidió hace unos días romper su hucha y ofrecer su pequeño tesoro para salvar la situación. 'Pablo me dijo: toma papá, para que no te preocupes del dinero', explica Sergio mientras el destello de profunda tristeza de sus ojos se mezcla con un más que evidente orgullo paterno. Sólo cuando habla de sus hijos pierde el buen humor que se ha prometido mantener para no convertirse en un 'amargado'. 'Me podrán quitar el trabajo, pero no las ganas de vivir'.

Con sólo nueve años, Sergio tuvo que empezar a trabajar en el campo. Entonces pasó calamidades pero admite que ningua como ésta, ya que ahora hay cuatro personas que dependen de sus ingresos. Además de agricultor, ha sido cocinero, albañil y celador de aguas de riego. Pero nada de eso le sirve ahora. 'Hace casi 30 años que yo ponía ladrillos y ahora ha cambiado todo. No me importaría trabajar como peón en una obra. Lo llevaría con orgullo, pero a esta edad no te aceptan en ningún sitio'.

La mayor parte de los empleados de la factoría de Cetarsa en Granada tiene entre 40 y 60 años, lo que hace más dramático este cierre, que se debe a un reajuste de la empresa. 'Algo nos temíamos desde hace tiempo pero una respuesta tan rotunda jamás nos las esperábamos'. Así se expresaba, un tanto desesperanzado, José Navarro, el portavoz del comité de empresa, después de conocer las intenciones de la SEPI.

Movilizaciones

Aunque entre los trabajadores se trasluce el pesimismo, éstos aseguran que van a 'pelear todo lo posible para que Cetarsa se mantenga en pie'. Por unanimidad, todos los empleados fijaron el pasado viernes por la noche un calendario de movilizaciones que comenzarán el 14 de marzo. Ese día Cetarsa organiza una feria de productos de cultivo en Cáceres a la que acudirán los empleados en compañía de los cultivadores granadinos para manifestar su malestar. Después de esta cita, están previstas manifestaciones, y varias jornadas de huelga.

Los trabajadores que se verán directamente afectados por el cierre y los miles de cultivadores de la vega, que sufrirán posteriormente las consecuencias, cuentan también con el respaldo de todos los partidos políticos de la provincia, incluido el PP, cuyo presidente provincial manifestó hace unos días su intención de pedir al Gobierno central que se mantenga la fábrica o se busque una 'alternativa empresarial real'.

'El ánimo de los trabajadores está por los suelos', asegura Navarro. Y no sólo el de los empleados, también el de sus familias. Ana Salguero, la mujer de Sergio, tiene miedo de pensar en el futuro y sólo se plantea los efectos inmediatos. 'Necesitamos arreglar los desperfectos de la casa, pero ahora no podemos, porque esto cambia todos nuestros planes. Pero lo peor es que los niños se han enterado y ha sido un palo para ellos'. Pablo se despierta muy temprano para comprobar que su padre va a trabajar porque cree que ya está despedido. Cuando vuelve de la fábrica su hijo le pregunta dónde ha estado con un tono de recelo y a Sergio le toca poner la mejor de sus sonrisas para explicarle que todo va bien y que no debe preocuparse porque él siempre tendrá qué comer.

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