Una antológica del fauvista Henri Manguin muestra su pasión por el color

Exaltación de los colores, simplificación de la forma, sensibilidad. Los rasgos que marcaron la filosofía artística del fauvismo están presentes en la exposición antológica de pinturas del francés Henri Manguin (París, 1874-Saint-Tropez, 1949) que ayer se inauguró en la sala BBK (Gran Vía, 30) de Bilbao, en buena parte procedentes de la colección de la familia del pintor.

Las 40 obras seleccionadas por la comisaria de la muestra, Martine Soria, pretenden reflejar la trayectoria de un artista para quien 'pintar equivalía a compartir su estado de ánimo' y se empeñaba en trasladar a sus lienzos 'el calor humano' y la 'alegría de vivir'. 'Hasta el final de su prolífica carrera dará prioridad a la composición, a la exaltación de los colores, a la armonía de tonos, a una sana sensualidad', añade Soria.

La exposición, ordenada cronológicamente, abarca desde 1890 a 1949, pocos meses antes de su fallecimiento. El recorrido acaba con un lienzo que el artista dejó inconcluso a su muerte. Soria ha reunido todos los temas que tocó Manguin, desde los retratos de sus familiares, a los desnudos, las naturalezas muertas y paisajes.

Durante su formación Manguin fue condiscípulo de Henri Matisse y Albert Marquet y descubrió la pintura de Paul Cézanne, que le influyó durante toda su vida. Desde sus años jóvenes, se encuadro en el grupo fauvista. Soria recuerda que estos artistas no constituyeron una escuela no elaboraron teoría alguna, pero trabajaron por 'reencontrar la pureza de los medios de la pintura'. En su madurez Manguin perdió parte de la audacia fauve y su obra ganó en sobriedad. 'Permanecerá ligado a los valores primordiales, a la amistad y a la vida en familia y, en su trabajo, a los temas que le eran tan queridos: su mujer, sus hijos, los paisajes, la naturaleza muerta', añade Soria. La retrospectiva de Manguin estará abierta al público en Bilbao hasta el 13 de abril.