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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

A vueltas con el Sáhara

El secretario general de la ONU acaba de traspasar el toro del Sáhara Occidental al Consejo de Seguridad mediante un informe en el que recoge cuatro opciones para la antigua colonia española cuyo territorio se disputan Marruecos y el Frente Polisario. Annan fuerza al Consejo a pronunciarse sobre una cuestión intratable y pone como tope la fecha del 1 de noviembre. En ausencia de un acuerdo entre las partes, Naciones Unidas debería decidirse por una de las propuestas e imponerla.

Tres de las alternativas son muy conocidas. La primera es insistir en el fallido referéndum, en el que los saharauis decidirían entre su independencia o la integración en Marruecos; una consulta que debería haberse celebrado en julio de 2000 y que Rabat ha boicoteado sistemáticamente con sus renovadas objeciones al censo elaborado por la ONU. La segunda es una revisión de la autonomía devaluada sugerida el año pasado en el Plan Baker, el enviado estadounidense de Annan; es la opción preferida por Rabat (que ejercería, de hecho, la soberanía sobre el territorio), pero desestimada por el Polisario porque liquida la posibilidad de autodeterminación. La tercera es la retirada pura y simple de la ONU de la ex colonia, tras once años de misión y cientos de millones de dólares gastados; significaría el reconocimiento directo de uno de sus más sonados fracasos.

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La única propuesta nueva del informe es la eventual partición del ensangrentado territorio. Esta solución, técnicamente en la línea de los acuerdos de 1976 entre Marruecos y Mauritania, privaría a las dos partes de algunas de sus aspiraciones, pero probablemente es la menos mala de las posibles. Los independentistas saharauis han mostrado su disposición a discutirla, pero Marruecos la ha rechazado frontalmente -'ni en cien años'-, alegando que desestabilizaría el Magreb. Rabat ha sugerido sin éxito a Argelia, protector histórico del Polisario, negociar directamente el futuro del Sáhara.

Desde 1975 en que Marruecos invadió el Sáhara Occidental, y después del lejano acuerdo de 1991 para celebrar un referéndum, el tiempo ha ido devorando las posibilidades de un arreglo satisfactorio. El contencioso ha llegado a un estadio 'sombrío' y 'deprimente', en palabras de Annan. Rabat, la parte fuerte, con el viento de la realpolitik a su favor, ha ignorado o torpedeado cualquier propuesta que no case con lo que considera su inalienable derecho sobre el vasto desierto. La virtud de la fatigada iniciativa del jefe de la ONU es que coloca la patata caliente directamente en manos del máximo órgano de decisión de Naciones Unidas y fija un plazo corto para zanjar este empantanamiento histórico.

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