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Columna
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Llorente

Cuando los años y el olvido habían caído sobre la figura de Teodor Llorente Olivares (Valencia, 1836-1911), la publicación del libro Escrits Polítics de Rafael Roca replantea la significación ideológica del patriarca de la Renaixença valenciana y el verdadero alcance de este movimiento, en principio cultural, que indudablemente tuvo honda repercusión en la vida ciudadana. Llorente vivió a la sombra de su aventura periodística, pero con proyecciones en el mundo de la política, de la cultura y de la economía. A pesar de su aparente desvinculación del mundo de los negocios, Llorente encabezó un movimiento que tuvo señalada repercusión en los ámbitos económicos. Llorente Olivares fue sin duda un referente para los empresarios valencianos, en una época, a caballo entre el siglo XIX y los inicios del XX. Valencia y la Comunidad Valenciana consolidaban, por aquel entonces, hitos y avances que, en el terreno de la economía, transformaron la realidad desfasada de la sociedad valenciana. En la cultura, el arte y en el equipamiento de infraestructuras, Valencia y su entorno dieron un vuelco sustancial en muestras y acciones singulares que todavía perduran.

Coincide esta época con la implantación y el auge de la arquitectura modernista que, como en el caso del gótico, encuentra el más genuino esplendor en la edificación civil, en las viviendas privadas y las instalaciones comerciales e industriales. En este tiempo la eclosión de la naranja como fenómeno económico de primer orden, la explotación del vino como producto agroalimentario no perecedero vital para varias comarcas valencianas, al lado del cultivo del arroz, configuran un panorama con marcada personalidad que nunca hubiese llegado a ser lo que es sin la contribución de las aplicaciones de la máquina de vapor a las actividades económicas, en las que hay que incluir los riegos, los sectores manufactureros, la maquinaria industrial y el transporte ferroviario.

Llorente, la naranja, la exposición regional de 1909, el modernismo, la planificación urbana y la truncada Renaixença, conforman un todo entrelazado, que derivó en incursiones en el mundo financiero, con la inicial Caja de Ahorros y Monte de Piedad, el emblemático Banco de Valencia y las primeras sociedades por acciones que existieron en España. La sociedad valenciana no acierta a la hora de respetar a sus líderes, ni en colocarlos en el sitio que les corresponde. El hecho de que aparezcan libros sobre Teodoro Llorente es una ocasión provocadora para replantearse el papel de la burguesía valenciana como el motor social capaz de impulsar proyectos empresariales.

La polémica está servida. En el libro coordinado por Rafael Roca se reposiciona la visión política -yo diría civil- de Teodoro Llorente. Por una parte, Llorente ha sido catalogado como un personaje clave para entender las cosas que ocurren en nuestro entorno. Por otra, más que fallar él, fue su entorno económico, social y político el que no le acompañó ni le respaldó. Su Epistolario, en tres volúmenes, pieza clave para su estudio, se publicó en Barcelona, por la Biblioteca Balmes (1928; 1930 y 1936) y persiste el vacío de sus obras completas en la bibliografía valenciana. Otra cosa es que a algunos nos hubiera gustado que diera más de sí, pero esto es un asunto diferente.

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