Del Retiro a las estrellas
Madrid recupera el telescopio de Herschel después de dos siglos de su destrucción
Astilleros de Bermeo, una empresa naval situada en la dársena de la localidad costera vizcaína, culmina en estos días la construcción de una réplica del gran telescopio en hierro batido y latón ideado hace dos siglos por sir William Herschel, así como su enorme soporte en madera de roble. El telescopio original, joya de la astronomía de su tiempo, fue destruido por el fuego entre 1808 y 1811, durante la ocupación por tropas de Bonaparte del parque madrileño del Retiro, en cuyo Observatorio Astronómico gozó de la admiración general. Antes de finalizar el año 2002, la copia será instalada en el ámbito de un futuro Museo de Ciencias de la Tierra, sobre el mismo paraje que en su día ocupara al aire libre; en esta ocasión, será albergado en un edificio transparente, de vidrio y soportes de granito serrano madrileño, proyectado por el arquitecto Antonio Fernández Alba. El Instituto Geográfico Nacional sufraga la reconstrucción del telescopio, valorada en unos 360.000 euros.
El original, de 7,5 metros de longitud, fue destruido por el fuego durante la ocupación napoleónica
El ingenio de Herschel medía 25 pies de longitud, unos 7,5 metros, por 3 pies de diámetro, 90 centímetros, aproximadamente. Su soporte alcanzaba más de doce metros de altura. Catalejo y bastidor fueron construidos entre 1796 y 1802 en Inglaterra por el músico y astrónomo sir William Herschel (Hannover, 1738-Slough, 1822). Al culminar su construcción, fue trasladado en barco hasta Bilbao; de allí fue llevado en carromato hasta Madrid, al parque del Retiro, junto al Observatorio Astronómico, florón de la arquitectura neoclásica construido por Juan de Villanueva e ideado por el marino y científico Jorge Juan.
Según el astrónomo Pere Planesas, del Observatorio de Alcalá de Henares, el proyecto de reconstrucción del telescopio ha sido impulsado por Jesús Gómez, director del observatorio madrileño y fue trazado en marzo de 1998 por un equipo de ingenieros industriales de la Escuela Técnica Superior de Madrid, dirigido por Emilio Bautista y formado por Pilar Leal, José Luis Muñoz e Ignacio Medina, recientemente fallecido. El nuevo telescopio incluirá el tubo observador, metálico, en hierro batido y latón; su espejo, en bronce bruñido; más un soporte de madera de 12,50 metros de altura y otro tanto de diámetro en su base. Para este bastidor se han empleado listones enterizos de madera de roble de bosques británicos, donde estos árboles alcanzan grandes dimensiones.
Al igual que su réplica, el telescopio se apoyaba en un mecanismo dentado por el que podía ser libremente deslizado, asentado a su vez sobre una plataforma decagonal giratoria, que permitía la angulación y la circularidad necesarias para observar el espacio desde las posiciones elegidas. A la boca superior del telescopio se accedía mediante un balconcillo ascendente accionado por un sistema de poleas. Otro poleaje precisaba aún la inclinación del gran tubo. El astrónomo se situaba frente a la boca superior, de espaldas al exterior, y el impacto luminoso del espejo del fondo se proyectaba en una lente ocular, cercana al observador, que segregaba ese haz y permitía medirlo.
Del telescopio encargado en 1791 por el rey de España a Herschel se conserva hoy únicamente uno de aquellos dos espejos con los que contaba, amén de los detallados planos alzados en su día para su montaje y traslado por el capitán de fragata José de Mendoza y Ríos, destacado a Londres para supervisar la construcción del ingenio, el más perfeccionado de los de su época. Con uno similar, aunque de 20 pies de longitud, Herschel había descubierto en 1781 el planeta Urano. Empero, con el telescopio instalado después en el observatorio madrileño, el astrónomo reconoció haber realizado la mejor observación de su vida por la nitidez que procuraba. Aquella maravilla de la escrutación estelar costó 6.000 guineas, unos 80.000 reales. En enero de 1802, despiezado en 52 cajones, el telescopio fue embarcado en Londres a bordo del bergantín Juan, de bandera danesa. De Bilbao fue enviado en carro a Madrid, donde Carlos IV quiso ser el primero en realizar una observación estelar. La primera de ellas se efectuó el 18 de agosto de 1804. En 1808, con el general francés Senarmont instalado en el observatorio, el telescopio y su soporte fueron pasto de las llamas. Pero los planos de Mendoza habían sido escondidos en casa de un comerciante de apellido Brugada. Su hallazgo fortuito, en 1931, ha permitido ahora la reconstrucción.
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