_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un misterio espiritual

Hay procesos terrenales cuya solución sin embargo sólo está en manos del Espíritu Santo, de existir el Espíritu Santo, naturalmente, pues de otro modo serían irresolubles incluso por intercesión divina. Muchas de estas querellas, vaya a saber usted por qué, si por una excesiva tendencia a la reflexión enrevesada o por un solapado ánimo de intrigar, surgen en Granada, ciudad de congresos pero también, y mucho antes, de concilios.

El último de estos graves problemas lo ha planteado la orden de San Juan de Dios y tiene ramificaciones espirituales, arquitectónicas, patológicas y artísticas. Sólo una mente renacentista podría afrontar el dilema sino fuera porque carece de solución. Resulta que la Diputación de Granada y la Caja General de Ahorros, junto con otras Administraciones, han firmado un acuerdo urbanístico para que el hospital de San Juan de Dios, construido a comienzos del siglo XVII y donde, rozando el anacronismo, aún los médicos pasan consulta, sea remozado y convertido en un centro cultural.

El hospital pasó a manos de la Administración en el siglo XIX, como otros tantos edificios religiosos, merced a la Desamortización de Mendizábal. El centenario hospital ha mantenido no obstante su uso médico más como dispensario de pobres que como policlínico público (unos parientes míos fallecieron allí hace años y realmente nos pareció que habían muerto en el siglo XVII y que podían trepanarle el cerebro en cualquier momento).

Pues bien, la orden de San Juan de Dios ahora se opone a que el hospital se transforme en centro cultural bajo el argumento de que iría contra el 'espíritu' del fundador que lo quiso hospital y sólo hospital.

Los hermanos alegan además un indeterminado 'derecho espiritual' (otra vez la substancia) para oponerse al convenio suscrito entre las Administraciones públicas incluida la Diputación, propietaria legítima del monumento.

Lo curioso es que lejos de hacer oído sordo a tan peregrina vindicación, un nutrido grupos de especialistas en asuntos retorcidos (desde el futuro de la antigua sala de fiestas Rey Chico a los Juegos de 2010), los políticos competentes y hasta el arzobispo se han aprontado a discutir sobre el particular, esto es, sobre la prevalencia de los derechos espirituales sobre los terrenales. Dado que en Granada hasta la vida civil está decorada con roquetes, todos los participantes en la disputa parecen doctores de un concilio enfrascados en asuntos teológicos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Y es en este punto cuando debiera aparecer el Espíritu Santo y decidir si el acuerdo suscrito entre el presidente de la Diputación, José Rodríguez Tabasco, y el de La General, Antonio Claret García, cumple los requisitos del derecho celeste o lo infringe, cualquiera que sea su naturaleza. En caso contrario, como temo que va a ocurrir, el intríngulis pasara a la lista de intríngulis irresueltos de tan extensa memoria en la ciudad.

Claro que también cabe preguntar a algún heredero de Mendizábal o a un biógrafo del santo, aunque el asunto seguiría enredado y seguramente inextricable.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_