Complicidades femeninas
No ha tenido suerte en España el prolífico Héctor Olivera, tal vez el más veterano -nació en 1931- de los realizadores argentinos en activo. Y no la ha tenido sencillamente porque sus películas, salvo alguna honrosa excepción -El muerto, No habrá más pena ni olvido-, no han conocido estreno entre nosotros. Hacía tiempo que Olivera, un cineasta de maneras clásicas, reposado y cuidadoso, siempre con un ojo sobre la realidad pasada -la espléndida La Patagonia rebelde, o casi presente, la terrible La noche de los lápices o El caso de María Soledad, un hecho de crónica que aún colea en Argentina- no se ponía tras la cámara: nada menos que siete años median entre su último filme, Una sombra ya pronto serás, y ésta, Antigua vida mía, adaptación de una novela de la chilena Marcela Serrano.
ANTIGUA VIDA MÍA
Director: Héctor Olivera. Intérpretes: Cecilia Roth, Ana Belén, Juan Leyrado, Jorge Marrale, Odiseo Bichir. Género: drama, España-Argentina, 2001. Duración: 110 minutos.
Por cambiar de rumbo, Olivera ha firmado ahora la primera película, de todas las que ha hecho, con protagonismo casi exclusivamente femenino, un vehículo para el lucimiento de dos actrices de profusa filmografía y gran oficio, Ana Belén y Cecilia Roth, que son el principal gancho comercial del filme.Tiene Antigua vida mía los modales de una women´s picture, algo así como una película Warner Bros de los cincuenta, pero convenientemente actualizados algunos de los ambientes y situaciones que propone.
Como aquellas películas, de lo que aquí se trata es de narrar una amistad, más que el resto de unas existencias que, por detrás de las apariencias, están recorridas por subterráneos ríos de insatisfacción... o de algo peor. Olivera muestra con pulcritud las vidas de las dos amigas, sin demasiadas explicaciones psicológicas, dejando que las peripecias que viven, y los hombres que soportan, sobre todo, sean los que, de alguna manera, las expliquen.
Ahí está lo mejor y lo peor de la película: de lo primero, la compleja complicidad de las amigas, bien apoyadas por un trabajo actoral solvente (de ellas; mucho menos de ellos, por cierto); de lo segundo, unas situaciones un poco de cliché y unos personajes masculinos que no tienen demasiado en que apoyarse para resultar creíbles: valga como ejemplo el impresentable escritor con quien comparte su vida, es un decir, el personaje de Roth. Pero más allá de esa previsibilidad, la película gustará a espectadores interesados por acercamientos respetuosos al universo femenino, aunque éste se fundamente en un leve, apenas disimulado maniqueísmo.
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