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Columna
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Contenedores

José Luis Ferris

Los residuos urbanos se traducen en toneladas de basura que día a día desbordan el bostezo de los contenedores. Lo inservible de cada cual acaba su ciclo doméstico en esas bolsas de plástico que se hacinan a última hora de la noche en las esquinas de cualquier calle, dentro o fuera del recipiente articulado que volcará su digestión sobre la trituradora de un camión de basura. Pero la mente preclara y lúcida de algún gestor inteligente se inventó lo del reciclaje, y gracias a su idea hoy encontramos en más de una plaza o avenida contendores del tipo A o clásico, contenedores tipo B para papel y cartón, contenedores C para cristal y botellas de vidrio, contendores D para plásticos de cualquier origen y dureza, y hasta recipientes E para pilas usadas. Cada uno tiene su horario de recogida y su destino específico. Pero hay un sexto modelo que está por diseñar y que, de haberse inventado a tiempo, habría evitado más de una catástrofe irreparable. Me refiero al contenedor tipo F, semejante a un iglú, con climatizador adaptable a cualquier temperatura, base acolchada y ventilación idónea para uso exclusivo de indigentes y padres sin escrúpulos. La broma no lo es tanto si echamos mano de estadísticas, de casos atribuidos a la fatalidad o de crímenes tan incalificables como los que se comenten con esos bebés que son depositados por sus progenitores, a las pocas horas de nacer, en un contendor estándar junto a su propia placenta, raspas de pescado y latas vacías. De ponerse en circulación un modelo semejante, no habría peligro de triturar por error a un pedigüeño que buscó refugio en el vientre de un vulgar deposito de basura, ni tampoco de encontrar a una criatura envuelta entre periódicos; con suerte, llorando y tiritando de frío, o agonizante ya como un sueño acuchillado.

En lo que va de año, contendores de Alcobendas, Benimàmet y Sevilla se han zampado a sus niños con cordón umbilical y todo. Antes, al menos, se dejaban en la puerta de una Iglesia o en el umbral de una casa con su correspondiente nota. La gente sin conciencia prolifera y se hace necesario un contendor tipo F que palíe la falta de amor, que sea recogido cada noche por manos todavía enamoradas.

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