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DOS CAPITALES
Columna
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Los profetas tenían razón

Xavier Vidal-Folch

Cataluña, como Saulo, ha caído al fin del caballo del cofoisme, esa autocomplacencia del modesto. Ya sabe que aun siendo un país de economía rica, creativa y abierta al mundo, pierde gas: en innovación, en nuevas tecnologías, en internacionalización, en mantenimiento o atracción de centros decisorios y en inversión pública en infraestructuras.

Lo pierde relativamente. Esto es, en relación con Madrid -aunque no sólo-, el clásico, creativo y apasionante derby bicapitalino que ahora algunos quieren hurtar para ocultar sus vergüenzas.

Las causas son múltiples. La globalización sin correctivos tiende a veces a reforzar la centralidad. Los grandes servicios públicos privatizados atraen mejor el foco noticioso que las empresas medianas. El empresariado catalán, aunque con espléndidas excepciones, ha sido tímido en la batalla de la dimensión. La gestión autonómica madrileña en inversiones deja a la catalana a años luz: Alberto Ruiz Gallardón ha construido 86 kilómetros de metro en 10 años, por 12 Jordi Pujol...

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Hace tiempo algunos profetas lo advirtieron. El ex alcalde Pasqual Maragall puso el dedo en las llagas de la desaceleración catalana y de la discriminación en la inversión del Estado y le abroncaron: que si inexacto, que si pesimista. Leopoldo Rodés, presidente de una gran multinacional barcelonesa y fundador del Instituto de la Empresa Familiar, denunció el éxodo de sectores enteros: obtuvo un cortés eco sordo. El Círculo de Economía alertó sobre los peligros de la radialidad en las infraestructuras y del centralismo en los organismos reguladores: desconcertó a los poderes. Y el periodista Andreu Missé demostró con cifras no sólo la penuria de la inversión central, sino también la miseria de la autonómica. Medios e instituciones políticas de distinto color (Generalitat y Gobierno) callaron o enmascararon la realidad. Molestaba.

Pero los hechos son pugnaces, y políticos como Aznar y Pujol acabaron acercándose al malestar catalán, sobre todo empresarial, para llevarlo a sus respectivos molinos. Ahora todos saben ya que los profetas tenían razón... y algunos enmascaradores susurran incluso que ellos ya lo decían.

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