Duisenberg cede
El anuncio del abandono de Wim Duisenberg de la presidencia del Banco Central Europeo (BCE) dentro de un año y medio pone fin a esa peculiar interinidad que se abrió el mismo día de mayo de 1998 en el que, al margen de los estatutos del propio BCE, se pactó su relevo por un francés antes de que expiraran los ocho años de mandato formalmente asignados al presidente de esa institución. Un mal comienzo y una incoherencia para un organismo que ha hecho de su independencia de los gobiernos su principal bandera. La resistencia del propio Duisenberg a reconocer ese pacto no ha impedido durante estos años la presunción de que, una vez lanzada la moneda única, cedería la presidencia, posiblemente a Jean-Claude Trichet, gobernador del Banco de Francia. Lo hará definitivamente el mismo día de su 68º cumpleaños, el 9 de julio de 2003.
Un anuncio con la suficiente anticipación para que el año largo que todavía le resta sea relevante para la evaluación de este primer periodo. Es necesario diferenciar el éxito en la propia puesta en marcha del BCE, en particular en el sistema de pagos del área y en el lanzamiento del euro, de la definición de la política monetaria para el conjunto de la zona. No ha de asignarse en exclusiva al BCE la responsabilidad del escaso crecimiento europeo en este periodo y su retroceso en la convergencia real con EE UU, pero tampoco puede equipararse su papel al jugado por algunos de sus colegas, la Reserva Federal o el Banco de Inglaterra, que han sabido compatibilizar estabilidad de precios y medidas de estímulo del crecimiento con mayor flexibilidad. La debilidad del euro, que está más de un 20% por debajo de su nivel de salida, es expresiva de esa insuficiente contribución del BCE a asentar las perspectivas de fortalecimiento de las doce economías.
La sustitución de Duisenberg por Trichet no está despejada. Sin menoscabo de su capacidad profesional, el gobernador francés es objeto de una investigación abierta sobre su papel en el escándalo del Crédit Lyonnais durante su época como director del Tesoro. Lo relevante, en todo caso, es que, sea quien fuere el nuevo responsable del BCE, capitalice inteligentemente la experiencia de su antecesor con el fin de garantizar la estabilidad de precios sin mermar las posibilidades de crecimiento de los Doce.
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