Deneuve, Ardant, Béart y Huppert, en '8 mujeres'
La película de François Ozon se exhibe en Francia con 600 copias.
François Ozon tiene 34 años, es una cineasta salido de la FEMIS, una escuela oficial que tiene fama de fabricar directores intelectuales, rueda una película al año desde 1997, todas distintas pero todas atravesadas por el tema de la desaparición del hombre o de la masculinidad. Ahora, con 8 mujeres, confirma lo iniciado con Sitcom y continuado luego con Los amantes criminales, Gotas de agua sobre piedras calientes y Bajo la arena.
'Quería hacer una nueva versión de Mujeres, de George Cukor, pero me encontré con que los derechos los habían comprado Julia Roberts y Meg Ryan', explica Ozon el día en que 8 mujeres se estrena con 600 copias simultáneas, una cifra que parecería enorme si no fuera porque la segunda aventura de Astérix ha justificado más de 900. Desde el pasado mes de diciembre, son muchas las columnas publicitarias de París que nos familiarizan con un reparto lujoso mostrando la imagen de Catherine Deneuve jugando a ser Lana Turner; Fanny Ardant dejando creer que es un cruce entre Ava Gardner y Rita Hayworth; Virginie Ledoyen presentándose como otra Sabrina o Audrey Hepburn; Isabelle Huppert disfrazada de Agnes Moorehead; Firmine Richard proponiéndose como doble de Hattie McDaniel; Ludivine Sagnier mirando hacia Leslie Caron, o Emmanuelle Béart calzando los botines buñuelescos de Jeanne Moreau en Diario de una camarera. Danielle Darrieux -es un privilegio de la edad- juega con su propia imagen, no en vano es la cuarta vez que hace de madre de Deneuve, y antes la han dirigido Mankiewickz, Ophuls, Duvivier, Siodmak, Autant-Lara o Demy.
Como Julia Roberts y Meg Ryan le estropearon los planes, Ozon optó por buscar en el desván y allí encontró una envejecida comedia de Robert Thomas que le suministraba la estructura para poner en pie una obra a lo Agatha Christie, pero en clave de humor actual. Eso significa que los personajes, ocho mujeres, cuatro generaciones, reinen sobre el decorado último mientras la trama pretende interesarnos por quién mató al único hombre. A lo largo de 103 minutos tendremos oportunidad de verlas protagonizar un número musical a cada una de ellas y de descubrir un secreto de su vida íntima: un adulterio, otro asesinato, una preferencia por las relaciones lésbicas, por el sadomasoquismo o por la botella. Nadie es lo que parece y, como en toda buena vieja mansión burguesa que se precie, las apariencias engañan porque la casa y la familia sólo son decorado, cartón-piedra que camufla intereses y pasiones no confesables.
La crítica ha sido muy elogiosa en general, destacando, como en Le Monde, que 'la verdad logra resplandecer en el corazón mismo de lo falso' o, lo que es lo mismo, que detrás de todo el juego de artificio desplegado por Ozon aparece la realidad del deseo. Sólo Libération ha querido relativizar los méritos del cineasta, en quien detectan 'mentalidad de coleccionista o de anticuario' en la medida en que participa de 'la idea de que todo está dicho, que no hay nada que inventar como no sea el ir reciclando'.
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