Concierto vasco: ya
El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, dio ayer finalmente acuse de recibo al mensaje lanzado por el Gobierno vasco ofreciendo 'flexibilizar' su demanda de participación en los órganos de la Unión Europea para permitir la renovación del Concierto Económico, en situación de prórroga desde el 1 de enero. La carta de Montoro a la vicelehendakari Zenarruzabeitia debe ser el preludio de una próxima reunión de ambas administraciones en la que se cierre el acuerdo y, de paso, lo que ha sido un penoso espectáculo.
La posición anunciada por el Ejecutivo de Ibarretxe permite superar el punto de bloqueo en las conversaciones. La futura fijación del mecanismo de 'participación efectiva' de las instituciones vascas en los órganos de la UE cuando aborden materias que afectan a sus competencias fiscales se saca del texto del Concierto y su aparcamiento no se condiciona ya a un acuerdo bilateral y a plazo fijo, como ofreció la vicelehendakari. Por el contrario, se vincula a la razonable demanda de que el Gobierno central abra un debate con las comunidades autónomas para buscar una fórmula de participación general.
Hay síntomas de que tanto el Gobierno del PP como el nacionalismo gobernante en Euskadi han pensado en algún momento que les convenía más mantener el desacuerdo que lo contrario. Utilizar como campo de batalla el tema del Concierto, una de las escasas instituciones sobre las que existe consenso en Euskadi, hace doblemente irresponsable esa actitud. La situación de prórroga de ese instrumento que regula las relaciones financieras entre la Administración central y las instituciones del País Vasco se hizo inevitable para evitar el vacío legal, pero ello ha creado una peligrosa situación de inestabilidad y precariedad institucional, como han recordado insistentemente las organizaciones empresariales.
Sus presiones y las de las diputaciones forales, competentes en virtud del Concierto para recaudar la mayoría de los impuestos y legislar sobre ellos, y partidarias en su momento de firmar el acuerdo, aplazando la divergencia sobre la representación en la UE, han tenido mucho que ver en los gestos de flexibilización emitidos desde el Gobierno vasco. Urge, pues, que ambas partes pasen de las relaciones epistolares a la mesa de negociación, cierren los flecos que quedaban pendientes y firmen cuanto antes un Concierto Económico de duración indefinida y que incorporaba mejoras técnicas y políticas indudables. No están las cosas en Euskadi como para que unos y otros se hagan ahora los estrechos por aspectos protocolarios.
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