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Savater recrea en una biografía el humor metafísico de Borges

'He intentado huir del personaje original y raro, del ídolo sentencioso', dice el autor

Fernando Savater (San Sebastián, 1947) llegó a leer a Borges (Buenos Aires, 1899-Ginebra, 1986) con tanta fruición que se lo aprendió 'casi de memoria'. Por eso no pudo resistirse a la invitación de Nuria Amat, que dirige la serie Vidas literarias de la Editorial Omega, cuando le pidió una biografía del autor de Historia universal de la infamia. 'Con ese pretexto, lo releí casi entero. Y me enganché otra vez. Borges es un refugio de los tropezones más áridos de la vida'.

Savater recupera el esplendor del Borges más libresco y estimulante, y sumerge al lector en su mundo de ironía y metafísica a través de una semblanza de la que emerge el Borges humorista, dotado de una ironía fina como una cuchilla de afeitar, lector voraz y crítico agudísimo, escritor que estimula a escribir. 'Borges es dueño de un mundo muy significativo y muy abstracto que te aleja de lo peor de la realidad. Pero no desde el escapismo, porque te hace ahondar más en las cosas, olvidarte de lo banal. Su ironía no es de carcajadas ni de payasadas, sino de buscar las vueltas a las cosas, a las grandes ideas. Le gusta la metafísica, la filosofía, pero tiene demasiado humor para alcanzar grandes logros: nunca es capaz de evitar la sonrisa'.

Es el Borges explorador, aventurero, saltimbanqui y coleccionista de maravillas el que prefiere Savater, según demuestra la deliciosa selección de textos que cierra el volumen de Omega. 'Sus temas son los libros, sí, pero nunca cae en lo pedante de lo libresco, sino que coge el libro como un descubrimiento, con la actitud de un descubridor que enseña sus joyas. Su selva son los libros'.

Pero al mismo tiempo está el Borges popular y bonaerense, 'un Borges social, satírico, conectado con la realidad, crítico con las clases altas, incluso antiperonista. El que escribe cuentos con Bioy, o narra las aventuras de Billy the Kid, o hace parodias de la novela policiaca o se pone melodramático. A Borges le iban muy bien los géneros populares'.

Y, a la vez, el Borges sugestivo, con ese reverso que casi da miedo: destroza un libro con un solo adjetivo. 'Tiene mucho ojo para lo curioso, para lo original, para encontrar el punto más sugerente de cualquier cosa y entresacar lo que da lugar a más reflexiones, incluso para inventarse un libro en dos líneas. Va a lo esencial, y yo creo que por eso no escribió nunca novelas, porque las novelas requieren mucha paja. Pero su capacidad crítica es ilimitada. Con una frase es capaz de desmontar el prestigio de una fama'.

Y luego está su recepción, siempre ambivalente, aun contradictoria. Por una parte, dice Savater, 'Borges ya no tiene discusión, nadie hace una lista de los diez autores más importantes del castellano y lo omite'. Por otra, resulta extraña su enorme popularidad, porque no es para nada un autor fácil: 'Sus encantos no son evidentes, no parece el tipo de escritor que pueda gustar a todo el mundo, muchos lectores pueden encontrarlo demasiado fuerte y buscar algo más cálido'. Y, por fin, están los contagiados, los borgiadictos. 'Yo tuve una época en que me lo tuve que quitar de encima porque todo lo que escribía era borgiano, de repente me descubría adjetivando como él. Tiene un estilo muy parodiable. Hoy, cuando leo cosas de cuando era joven, me da risa ver lo borgiano que me ponía'.

Pero sacárselo es casi imposible. 'Si entras en él a fondo ya nunca sales. Se te pega hasta su forma de mirar películas. Sus tópicos, el espejo, el laberinto, el juego de la recurrencia infinita de las bibliotecas están en el inconsciente colectivo'.

Savater no rehúye hablar de ellos ('es inevitable'), pero su semblanza tiende a alejarse del fárrago manido. 'He procurado huir del perfil del ser humano que se pone los calcetines, pero también del comentario de texto y de ese Borges público, lleno de chascarrillos políticos y breves genialidades'.

La biografía deja un Borges cabal, erudito, creativo, muy poco frívolo. 'Es sobre todo un retrato biográfico del autor, de la tarea de su escritura, que al fin y al cabo es lo importante. En sus libros no buscaba ser tan chocante como hablando, todo lo que escribía estaba fundado. Pero es verdad que Borges tiene una parte de personaje de revista ilustrada. Sus chistes, sus bromas, sus comentarios contra natura, sus boutades, se prestaban casi a la caricatura, a un ídolo ciego, sentencioso, fantástico, original y raro'.

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