La ansiedad destruye a Hingis
Jennifer Capriati logra su tercer Grand Slam, tras salvar cuatro bolas de partido
El destino de Martina Hingis parece venir marcado. En 1999 ganó su último título del Grand Slam en el Abierto de Australia, pero allí concluyó una racha de tres victorias consecutivas en Melbourne que le permitió almacenar cinco torneos grandes y mantenerse en la cima del tenis mundial. En aquel momento comenzó a apagarse su estrella. Desde entonces, la jugadora suiza, con sólo 21 años, ha disputado 12 torneos de los grandes y en ninguno de ellos ha logrado coronarse. Ayer, en Melbourne, vivió su última decepción. Jennifer Capriati, de 25 años, le arrebató el triunfo tras salvar cuatro bolas de partido. Hingis perdió la final por 6-4, 6-7 (7-9) y 2-6 en 2 horas y 10 minutos.
La frustración de la suiza fue tal, que acabó completamente destruida y sin ninguna capacidad de reacción. ¿Qué fue lo que ocurrió para que una tenista de su consistencia se abandonara de forma tan deplorable? 'Tal vez en juniors perdí un partido como éste, no lo recuerdo', indicó una Martina a quien le costó retener las lágrimas. 'Ahora mismo estoy muy decepcionada. Veo que me cuesta acabar los partidos'.
La victoria se le escurrió entre los dedos a Hingis cuando lo tenía todo dispuesto para recuperar la gloria. Sin cometer apenas errores, la suiza llevó la primera manga hasta un 5-1 y la ganó por 6-4 tapando una tardía reacción de la estadounidense, que entró en la pista excesivamente tensa y descentrada. El partido adquirió visos de tragedia para Capriati en la segunda manga, cuando Hingis se dispuso a sacar para colocarse 5-0. Ya entonces, el desespero de Jennifer la había llevado a pedir tiempo para ir al lavabo, a discutir bolas incuestionables y a buscar desesperadamente tiempo para reaccionar.
Lo encontró porque la ansiedad de Hingis por ganar se lo concedió. El partido entró en una batalla más psicológica que tenística. Martina tiene una necesidad tan absoluta de anotarse otro Grand Slam, que pierde la serenidad indispensable, y que siempre la distinguió, cuando debe cerrar los grandes partidos. Fue esa circunstancia la que convirtió a Capriati en mucho más agresiva en las cuatro bolas de partido que salvó (5-3 y 40-30; 6-5 y dos ventajas; y 7-6 en el desempate). Para entonces, Capriati había recuperado su agresividad y sus golpes. Tanto física como mentalmente se mostraba mucho más entera que su rival. El desgaste fue tan brutal y el calor tan intenso (superior a los 40º en la pista), que el árbitro concedió un descanso de unos 15 minutos. Pero Hingis ya no se recuperó. La pérdida del segundo set ya la había condenado. Capriati marcó simplemente el camino de la tercera manga hasta su victoria. Y escribió una nueva página en su peculiar biografía de niña prodigio recuperada como modelo social, tras haber permanecido tres años hundida en las miserias de la humanidad.
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