Johansson cumple su sueño
Una sonrisa le bastó al tenista sueco para celebrar su victoria sobre el ruso Safin en Australia y su primer título del Grand Slam
El día más feliz de su vida lo resolvió con una amplia sonrisa y varias contracciones de su brazo derecho con el puño cerrado. Fue una corta celebración. Y muy discreta. Pero el sueco Thomas Johansson, de 26 años, 18º tenista mundial, es así. No precisó aspavientos, lágrimas en los ojos, toallas tapándole la cara; no necesitó tirarse al suelo ni lanzar besos al cielo; ni siquiera se fue a la grada para recibir el abrazo de los suyos. Nada de todo eso le habría hecho más feliz.
Sin embargo, su sonrisa y el resplandor de sus ojos le delataban. Su frialdad, dentro y fuera de la pista, no logró esconder sus verdaderos sentimientos. Johansson, un buen jugador, pero con el que nadie contaba, ganó ayer su primer título del Grand Slam. Lo logró tras un excelente partido en el que superó en dos horas y 53 minutos al ruso Marat Safin por 3-6, 6-4, 6-4 y 7-6 (7-4) en la final del Abierto de Australia. Fue su gran momento. 'La realización de un sueño', confesó el propio Johansson; 'algo increíble. No sé cómo expresarlo. Ni sé si algún día podré repetir algo así, aunque creo que sí. Tal vez no en Roland Garros, pero en Wimbledon y en el Abierto de Estados Unidos tendré una oportunidad'.
En el Melbourne Park pocos se la habían concedido. Sin topar con grandes rivales, se fue abriendo camino hasta que se cruzó con su competriota e íntimo amigo Jonas Bjorkman en los cuartos de final. En las semifinales se encontró con el primer cabeza de serie, el checo Jiri Novak (26º). Y en la final casi nadie le daba opciones ante Safin (9º).
Sin embargo, allí estaba. Plantado frente al campeón del Abierto norteamericano de 2000 y el ganador del estadounidense Pete Sampras en los octavos. Y Johansson no estaba dispuesto a dejar escapar la única ocasión de su vida de ganar un grande. Hasta entonces nunca había superado los cuartos de final: Abierto de Estados Unidos de 1998 y 2000.
'Lo que más me sorprendió de él fue su revés', confesó Safin tras la derrota; 'no estoy acostumbrado a encontrarme con un revés mejor que el mío. Thomas jugó un gran partido. Y yo no hice nada especial para merecer la victoria'.
Tenísticamente, el revés es el mejor golpe de Johansson. 'Lo pega a dos manos y le da muchos puntos', explica Javier Duarte, entrenador de Àlex Corretja, 'pero también tiene un gran primer saque y un potente segundo. Pega más plano que los españoles'.
Desde la perspectiva humana, Johansson es discreto. Tanto que suele pasar inadvertido en los vestuarios. Bjorkman es su mejor amigo, aunque se mueve con el grupo de tenistas suecos. En 1999, su amistad con él atravesó una crisis porque el padre de éste le rompió involuntariamente un dedo en un partido de fútbol y no pudo disputar Roland Garros. Sin embargo, en Melbourne comentó que pasaron juntos, con sus compañeras -la suya, Giselle, trabajó un año en el ATP Tour-, las últimas vacaciones en Mónaco y el sur de Francia.
Nacido en Linkoping, Johansson entró en el tenis con el apoyo y la dedicación de su padre, Christers, que acababa de dejar su trabajo por problemas de asma. Su evolución fue rápida. Ganó el Europeo sub 14 y afrontó con problemas en su codo la final de la Orange Bowl sub 16, en la que que perdió ante el español Talito Corrales.
Después entró en el circuito profesional y su clasificación no ha bajado de los 40 primeros desde 1997. Hasta ayer llevaba ganados seis títulos, entre ellos el Masters Series de Montreal. Ayer sumó el séptimo, el que ha convertido en el primer sueco que vence en Melbourne desde Mats Wilander en 1988 y en el Grand Slam desde Stefan Edberg en el Abierto de Estados Unidos de 1992.
Johansson ha entrado en la saga de los grandes jugadores nórdicos. Pero, aun con 595.000 euros más en el bolsillo, seguirá siendo discreto y poco hablador. No tiene previsto modificar sus hábitos: abrocharse los cordones al entrar en la pista, no pisar las líneas cuando va a sacar o restar y concentrarse en las cuerdas de su raqueta si se le cruzan los cables.
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