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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El regreso de Haider

Con la presentación de casi un millón de firmas en apoyo de un referéndum para bloquear el acceso de la República Checa a la Unión Europea si no cierra la central atómica de Temelin -a 60 kilómetros de la frontera austriaca, con un historial plagado de incidentes-, el líder populista Jorg Haider se apunta varios tantos: agita el tema de la ampliación comunitaria, tensa las relaciones con Praga y vuelve al primer plano político, dejando de paso en situación incómoda al primer ministro, Wolfgang Schuessel, con el que forma una peculiar alianza de Gobierno. Las probabilidades de que la coalición no aguante hasta finales del año próximo son ahora máximas, pese a que el jefe del Gobierno conservador austriaco intente quitar hierro al asunto y la UE se apresure a señalar que el tema nuclear no impedirá el ingreso de la República Checa en la primera tanda de la ampliación.

Temelin es un viejo contencioso entre la ecológica Austria y su vecino ex comunista. Schuessel y el primer ministro checo, el socialdemócrata Milos Zeman, llegaron a un armisticio en noviembre pasado por el que Praga se comprometía a extremar todas las cautelas sobre la central, de diseño soviético y modernizada con tecnología estadounidense. Pero Haider decidió organizar la recogida de firmas para demostrar la pujanza de su partido de extrema derecha (FPÖ), maltrecho en las elecciones vienesas del año pasado. La temperatura ha ido subiendo y, en días recientes, Zeman y el líder populista intercambiaron insultos ('pronazi', 'comunista travestido') que han obligado a intervenir a los presidentes Klestil y Havel para aplacar los ánimos y detener el deterioro de las relaciones entre vecinos.

Haider es un articulado demagogo. El relativo éxito de su petición (uno de cada seis votantes) no tiene de momento otro significado práctico que el de forzar un debate parlamentario sobre el veto a Praga, que nunca alcanzará los dos tercios necesarios para convertirse en ley. Pero juega sobre seguro al actuar sobre la sensibilidad de un país alpino profundamente antinuclear, cuya única central fue aparcada en 1978 antes de su inauguración. Temelin, según algunos sondeos, ha puesto al FPÖ en el 23% de expectativa electoral, contra un 16% en verano. El otro resultado no desdeñable es la presión sobre el proeuropeo Schuessel. Si éste ya soportaba a un aliado que actúa como opositor, ahora tiene en su mesa la opinión rubricada de 915.000 de sus conciudadanos en un tema, la ampliación de la UE, sobre el que Austria tiene ideas encontradas, y el FPÖ muy claras.

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