Viva la seguridad
-¿Es esto una policía de barrio? Esto es una mierda -gritaba, megáfono en mano, un líder de la Policía Municipal en plena plaza de la Villa, ante la alcaldía.
Finalizado el escatológico discurso, sus compañeros arrojaron miles de huevos de gallina sobre la fachada del edificio, que se quedó hecha un cuadro. Pero, como los huevos no hacían ruido, arrojaron también petardos, de forma que los transeúntes se asustaran cuanto fuera posible. Tenían motivos para asustarse: un petardo amputó la pierna a un anciano las pasadas navidades en la Alameda de Osuna.
Uno habría esperado de los policías municipales, que son los destinados a convertirse en agentes de proximidad, un poco más de compasión con el entorno. Un agente que tiene que ayudar a una ancianita a cruzar la calle no puede ir pegando tiros al aire, como en el Oeste, ni diciendo a gritos que la Policía Municipal es una mierda, aunque lo piense. Tampoco deberían haber dejado hecha una ídem la fachada del Ayuntamiento. Es como si los curas se manifestaran blasfemando, y los bomberos, incendiando, y los jardineros, arrasando las praderas. A los curas les permite todo el Concordato, de acuerdo, pero el sentido común, que no tiene la manga tan ancha, les aconseja, como es lógico, no echar pestes de Dios, aun cuando tengan problemas laborales. Quienes están para proteger las fachadas no pueden ciscarse en ellas. No se imaginan la inseguridad que esas actitudes crean en los ciudadanos. Entre las malas formas de los policías municipales y las maneras jesuíticas de María Tardón, se queda uno desprotegido, a la intemperie. Quizá por eso esta ciudad rompió el pasado año todas las estadísticas del crimen y de la inseguridad y del ruido.
Quiere decirse que las personas encargadas de protegernos producen más bien pánico. ¿Han seguido ustedes el juicio contra los vigilantes del metro acusados de no auxiliar a un chico que se desmayó en ese espacio público? ¿Han oído las expresiones, que no voy a reproducir porque estarán ustedes desayunando, con las que el jefe de seguridad se refería a ese muchacho que luego moriría?
Decía el abogado de la acusación que esas expresiones son 'coloquiales'. Le faltó añadir lo que afirmaba Gila de los padres de un chico electrocutado en el transcurso de una fiesta: 'El que no quiera bromas que se marche del pueblo'. Uno se iría del metro con gusto, pero es que el metro es un servicio público, mire usted, a ver si nos vamos aclarando. Digo esto porque en la SER preguntaron a un representante sindical de CC OO si era normal que los vigilantes se refirieran de ese modo a los clientes, y no sólo respondió que sí, sino que añadió tres o cuatro ejemplos que delataban unas actitudes absolutamente fascistas. Imagínese usted que entra en unos grandes almacenes a comprar un televisor y un dependiente le dice a otro:
-El hijo puta éste quiere una tele.
-Pues dile que se la pida a su puñetera madre.
Sería intolerable, ¿no? Pues así es, más o menos, como hablan de usted y de mí cuando nos ven pasar por los andenes del suburbano. Si somos negros, porque somos negros; si asiáticos, porque asiáticos; si pobres, porque pobres... Pero lo peor que le puede pasar a usted es que le dé una lipotimia, porque entonces, además de insultarle, le hacen un diagnóstico médico en un plisplás. De Javier Echeverría-Torres Sauquillo dijeron que era un enfermo terminal de sida y se quedaron tan anchos. Deberían juzgarlos también por intrusismo profesional, porque lo mismo que te llaman guarricómano te pueden hacer una traqueotomía con un destornillador. ¿Cómo se puede denominar 'vigilantes de seguridad' a unos señores con estas actitudes? Pues es un misterio, lo mismo que llamar policía de proximidad a quien ensucia las fachadas en vez de procurar que permanezcan limpias o arroja petardos a los pies de los aterrorizados transeúntes en vez de evitar ruidos indeseables.
No es todo: casi a la misma hora de la manifestación policial, el propio Ruiz-Gallardón reconocía la absoluta carencia de medios de la Administración de justicia en nuestra Comunidad. Lo sabíamos, pero no estamos acostumbrados a que las autoridades lo reconozcan: algo es algo. Si María Tardón reconociera que también la Policía Municipal trabaja en las condiciones que se deducen de la lectura de las estadísticas del crimen, algo podría comenzar a moverse. Entretanto, que supriman la policía de proximidad, que da mucho miedo, y que nos dejen sin seguridad en el metro, que la que hay ahora es muy inquietante. Gracias.
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