Renovación
Recorté la voladura del hotel de Zahara de los Atunes, Gran Hotel Atlanterra o Gran Hotel Zahara, de las dos maneras lo llaman aquí y allí: una serie sucesiva de fotos, el hotel intacto, y quebrándose, reduciéndose a escombros y polvareda. Lo que tarda mucho en levantarse se destroza en un día, en una hora, en un minuto: parece una buena metáfora de ciertas vidas. Y qué inquietante es el anuncio a toda página, pagada, del Ministerio de Medio Ambiente, tres fotos de la destrucción bajo la consigna 'Recuperamos la Costa'.
Siempre desconfío de la justicia ejemplar, de las actuaciones-ejemplo (así llamaba el Ministerio a su acción explosiva). Un vecino de Sevilla, propietario en Zahara, denunció que el edificio invadía terrenos de dominio público; el Supremo dictaminó, el hotel ha sido demolido. La justicia llegó al Gran Hotel a paso lentísimo, casi treinta años después de su construcción. El viaje a planetas remotos puede durar años y años: el Gran Hotel Zahara, o Atlanterra, o Atlanterra-Zahara, descomunal, fue levantado en los años setenta, jamás había sido abierto y en las fotos ministeriales parece pertenecer a un paisaje lunar o marciano.
Pero llegó la demolición, y la propaganda gubernamental me recuerda cosas viejas y diversas: el Cuadro de Honor del colegio donde estudié; los letreros que colgaban del cuello de los chinos que no habían sido buenos maoístas (serían de cartón los letreros, pero debían de pesar como la vergüenza); los métodos de la Contrarreforma, basados en el exhibicionismo del dolor de los mártires y las penas infernales para conmover a los fieles y convertirlos a la verdad. A mí esta justicia vocinglera me hace desconfiar de la justicia. Yo pienso: si esto sale a toda página es porque es excepcional. Dios mío, ¡la justicia es excepcional!
El gran hotel de los años setenta, espectralmente vacío durante 30 años y espectralmente inútil, ha sido volado, y todos los fantasmas han salido fuera, toda la suciedad que se acumula en 30 años de abandono. La voladura es una victoria sobre lo fantasmal. 'Los escombros producidos en la demolición serán utilizados como subbase para la ejecución de caminos y carreteras en los términos municipales de Barbate y Tarifa', dice la propaganda, y la voladura adquiere carácter épico, de victoria militar, como cuando los generales romanos arramblaban con las piedras de los palacios y templos enemigos para sus propias obras públicas.
Y, antes de que el polvo de la explosión termine de posarse en el suelo de Zahara, anuncian la construcción de un nuevo hotel (me figuro que será más cuidadoso con la ley y menos gigantesco). Cae el viejo hotel fantasma mientras aún perduran los modos de vida, la Costa tal y como se fue forjando en los años sesenta y setenta, una barrera de bloques de apartamentos frente a las playas que será motivo de admiración para los etnólogos y arqueólogos del año 3000, si llega. Fueron las décadas del turismo de masas, proletarización del veraneo y el viaje, humilde felicidad para más gente que nunca, especulación feliz para unos pocos. Las fotos de la voladura son un signo (pero no de la justicia): está cambiando el modelo de explotación turística e inmobiliaria.
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