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Condones, una falsa polémica

Joan Subirats

Que a estas alturas de la película discutamos de si en los institutos de secundaria se deben instalar o no máquinas expendedoras de preservativos, y queramos además hacer del tema un ejercicio de democracia directa de los adolescentes, es, desde mi punto de vista, patético. Estamos en un país en el que los cauces de los ciudadanos para expresar directamente sus puntos de vista sobre temas específicos son muy estrechos. Las vías para convocar referéndums o para presentar propuestas legislativas son enormemente tortuosas y dependen siempre de la voluntad de las autoridades de turno. Aún me produce escalofríos pensar lo que se hizo en el Parlament con la iniciativa legislativa popular que proponía eliminar la incineración de residuos en el país. Iniciativa que por arte de birlibirloque se convirtió nada más y nada menos que en ¡una ley que regulaba la incineración! En ese contexto, y de mano de un Gobierno y de una coalición que no despuntan precisamente por su tendencia a la experimentalidad democrática, se piensa convocar a más de 60.000 alumnos de secundaria para que opinen si quieren o no comprar preservativos en su centro educativo.

Las máquinas de condones en los institutos es una mínima parte de un debate que debería ser más serio

Estamos en un país en que los adolescentes no pueden opinar sobre nada. A nadie se le ha ocurrido, por ejemplo, tener en cuenta a los estudiantes para orientar al Gobierno de CiU sobre la conveniencia o no de votar la LOU. No creo que nadie tenga en mente preguntar a los alumnos de secundaria sobre si están de acuerdo o no con la reforma que prepara el PP después del 'paseo triunfal' de la LOU. Pero, en cambio, deberán decidir sobre algo tan 'polémico', sobre un dilema tan complejo, como si quieren o no tener un acceso más cómodo a los condones. No dudo de la buena voluntad de las consejerías de Sanidad y Educación. No estoy en desacuerdo con la colocación de las máquinas expendedoras en cuestión. Me sorprenden, eso sí, las voces indignadas de personas y profesionales que desde posiciones religiosas, sin duda respetables, se escandalizan ante algo que forma parte de la más absoluta naturalidad no sólo en muchos países a los que queremos acercarnos, sino en nuestra propia sociedad. Me alucina que en el afán de orientar a los jóvenes se afirme, como hace Inocente García, de la Conferencia Episcopal: 'No es verdad que exista sexo seguro'. El Obispado de Lleida agrega que la castidad 'es una de las mejores fórmulas para combatir el sida'. No creo que sea serio plantear así las cosas cuando el sida es la primera causa de muerte entre los jóvenes españoles entre 25 y 35 años, y la tercera entre los de 18 y 25. Comparto, pues, la preocupación que expresa la propuesta de Sanidad. Lo que me molesta es centrar el debate sobre la preocupante situación de la sexualidad adolescente en el tema de si vender o no condones en los centros de secundaria. No es sólo un problema de acceso a los condones, es un problema de informar desde edades tempranas y con una visión abierta y concreta, y hacerlo desde la proximidad emocional. Si frente al miedo y las incertidumbres que acostumbran a rodear a la iniciación sexual lo único que se nos ocurre es plantear el dilema castidad o condones vamos mal.

Debemos recordar que las cifras más recientes indican que más de nueve por cada mil chicas catalanas de 14 a 17 años quedan embarazadas sin desearlo. Esas cifras están muy por encima del cuatro por mil holandés y son superiores al siete por mil francés. Al mismo tiempo, crece el número de abortos en toda España, particularmente en Cataluña. Frente a ello, en Francia las enfermerías de los centros de secundaria franceses disponen de la píldora poscoital. Esa medida se suma a las más de 30 horas anuales de educación sanitaria. Los jóvenes holandeses disponen desde los 11 años de una completísima información sobre el tema, y pueden acce-der sin problema alguno a cualquier método anticonceptivo. Los profesores de biología holandeses disponen de material distribuido por el ministerio que incluye todo tipo de preservativos femeninos y masculinos, y cuentan incluso con un minicomputador que analiza la orina para la prueba de embarazo. Los expertos opinan que ésas son las bases del éxito evidente de Holanda en la prevención de los embarazos no deseados y en la reducción del número de abortos.

¿Y en Cataluña? Ni enfermerías en institutos, ni facilidades para acceder a las pastillas del día después, y muy pocas demostraciones prácticas en centros escolares de, por ejemplo, cómo colocar los preservativos o dónde acudir si se tienen dudas sobre transmisión del sida o embarazos no deseados. La sanidad pública no dispone de servicios específicos para atender a los adolescentes. Hay muy poca empatía y respeto a la intimidad. Nada que ver con iniciativas como las del Centre Jove d'Anticoncepció i Sexualitat de la calle de La Granja de Barcelona, donde sí han creado un servicio especializado para gente que vive con gran desasosiego sus primeras experiencias e inseguridades. En fin, bienvenida la iniciativa si, como se dijo, se pretende abrir un debate. Bienvenidos también los referéndums. Pero, permítaseme que discrepe de la solemnidad dada a un tema que debería ser desde hace tiempo algo habitual en nuestros centros educativos, lugares de diversión y farmacias. Ahora resulta que es más complicado y tenemos que prestar más atención a comprar condones que a las evidentes facilidades que rodean e incentivan la compra de tabaco a cualquier edad y al margen de cualquier normativa. En fin, no se preocupen, pienso hacer campaña en casa para que mis dos hijas mayores voten favorablemente en el reférendum si llega a celebrarse.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB.

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