_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Desde la perspectiva del tiempo

José Luis Pardo

Muchos escritores han considerado el tiempo como un misterio, si no acaso el gran misterio. La intención de medirlo, que es un modo de dominarlo, ha dirigido los esfuerzos de civilizaciones enteras durante siglos, y a veces se relata la historia de la ciencia moderna como la controversia entre la concepción del tiempo como relativo al movimiento o como un absoluto que nos permite medir y contar el movimiento, controversia que desemboca en las paradojas de la 'reversibilidad'. A pesar de que todas las culturas han construido, de un modo u otro, relojes y calendarios para intentar aprehenderlo, y de que algunos científicos contemporáneos nos invitan incluso a concebir los seres vivos como una suerte de 'relojes', este interminable esfuerzo corre paralelo con la sospecha de que el tiempo no se confunde con sus instrumentos de medida, que lo contado por ellos no se reduce a esa cuenta: los diversos relojes que pueblan el universo nos ofrecen una variada gama de concepciones del tiempo, de accesos al tiempo o de visiones del tiempo, pero todas ellas se producen 'en el tiempo', que termina por escaparse de cada uno de nuestros intentos de atraparlo. Añádase a esto la disputa por la primacía que han mantenido en el siglo pasado el tiempo 'objetivo', mensurable y por tanto monetarizable (secreto corazón del valor disfrazado por el precio de las mercancías), y el tiempo 'subjetivo' o vivido, esas horas que se nos hacen infinitamente largas o que pasan en un instante, a pesar de contener todas ellas 60 minutos. Un inolvidable cuento de Julio Cortázar sobre Charlie Parker utilizaba las metáforas de la música y la memoria para ilustrar estas paradojas de la duración que tan brillantemente ocuparon a Bergson y a Proust y que alcanzaron en Ser y tiempo, de Heidegger, una formulación filosófica que aún constituye una referencia intelectual para el pensamiento contemporáneo. Y esto por no hablar de los mercados financieros, que son enteramente 'mercados de futuro', y de sus terroríficos vaivenes. El crédito se ha convertido en una forma de vida para quienes tienen expectativas de futuro y en una forma de muerte social para quienes, presionados por su pasado, carecen de ellas por no encontrar lugar entre los márgenes de fluctuación del mibor o del euribor. Entretanto, el tiempo, además de un valor científico-conceptual y económico-social, ha adquirido también un valor político y moral de primer orden. La promesa de una liberación del pasado, necesaria para la inauguración de un 'nuevo orden', alienta en muchos programas revolucionarios de principios del último siglo, así como la nostalgia de un pasado digno de recuperación o incluso de un retorno al mismo alimenta algunos de los proyectos ideológicos con los que dicho siglo ha finalizado. No hay debate político en que los participantes no se acusen mutuamente de estar 'aferrados al pasado' y de no abrirse suficientemente al futuro, y al mismo tiempo de no respetar bastante las tradiciones o de tratar con frivolidad el patrimonio heredado de los ancestros. En este contexto resulta perfectamente comprensible la iniciativa de la revista Letra Internacional y la red de Institutos Goethe de proponer, a la vieja usanza académica, un concurso internacional de ensayo sobre el tema: '¿Liberar el futuro del pasado? ¿Liberar el pasado del futuro?'.

DICCIONARIO DE LOS VIENTOS

Ivetta Guerasimchuk y otros Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2001 341 páginas. 21,64 euros

Los 10 artículos premiados pueden leerse ahora juntos, en un excelente volumen que los agrupa bajo el título del ganador: Diccionario de los vientos, de la joven escritora rusa Ivetta Guerasmichuck. En su ensayo acerca de El lenguaje del tiempo, Louis E. Wolcher sostiene que, aunque toda representación del tiempo es ya una trampa, podemos conversar con quienes hablan del tiempo en nuestra tradición y en otras tradiciones, y que en esa conversación se juega nada menos que lo que nosotros dejamos o no dejamos pasar, porque también la elección del pasado tiene consecuencias políticas: 'La huida a un pasado lejano es característica de los partidarios más firmes de todos los fundamentalismos totalitarios. El refugio en el tiempo de los padres y los abuelos es característico de los liberales. Ambos, naturalmente, idealizan 'su parte' del pasado', mientras que los populismos revolucionarios nos recomiendan prescindir totalmente del pasado en beneficio del futuro, según el ensayista yugoslavo Velimir Curgus Kazimir. Separar el pasado del futuro o el futuro del pasado son, para el crítico Mijaíl Epshtein, las dos formas privilegiadas del tempocidio, un crimen característico del siglo XX que se añade al genocidio y al ecocidio, y que generalmente los acompaña. La cartografía de esta situación es singularmente descrita en el Diccionario de los vientos, un hermoso texto que, bajo la forma 'enciclopedia', pretende y logra una mezcla de géneros y estilos en donde la realidad se trenza con la ficción de una civilización en la que pugnan dos corrientes: los anemófilos, partidarios acérrimos del futuro y, por tanto, defensores incluso de los más huracanados vientos, y los cronistas, amantes del pasado y esforzados conservadores de lo ya sido contra viento y marea. Unos y otros buscan incesantemente el programa, es decir, el diseño que contiene cuanto ha sido, es y será en el mundo. Y unos y otros se equivocan en esto: 'Es imposible liberar el pasado del futuro, ni el futuro del pasado, como no se puede liberar la mano izquierda de la derecha ni la derecha de la izquierda... dividir el tiempo significa destruirlo'. Pero sus equivocaciones -que son las nuestras- son completamente necesarias, puesto que esa unidad del tiempo sólo es perceptible desde la divina perspectiva del gran relojero, acerca de cuya existencia tampoco en esa ficticia sociedad de los vientos hay certeza alguna. De modo que, aunque sepamos que las divisiones del tiempo son artificiales, estamos condenados a contar lo incontable, a separar la izquierda de la derecha, a cometer errores, porque nuestro punto de vista nunca coincidirá con el ojo de la eternidad. Y éste es un juego al que hemos de aprender a jugar en serio.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_