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Reportaje:

De boatos y vanguardias

La Real Academia de Granada, en la que estuvieron Falla y Segovia, cumple 225 años

En Granada las Bellas Artes llegaron en un tiempo a ser tan importantes y a tener tanto prestigio que los miembros de su Real Academia sólo se decidían a abandonarla cuando eran nombrados obispos o arzobispos. Hoy las cosas han cambiado, pero la institución granadina, por la que pasaron artistas de la talla de Manuel de Falla, Andrés Segovia o Emilio García Gómez, sigue siendo uno de los grandes referentes culturales del país. Y de los más veteranos: mañana cumplirá 225 años. Para festejarlo, habrá boato. Pero también vanguardia.

La razón es que la Real Academia de Bellas Artes de Granada está ahora liderada por un equipo de responsables que ha traido nuevos aires y nuevas ideas. El presidente, José García Román, es uno de los compositores con mayor peso en el panorama musical actual, y el secretario, Emilio de Santiago, es un arabista mundialmente reputado. Con la incorporación de ambos, en junio del año 2000, ha llegado una etapa que ha supuesto la inclusión de la fotografía como otra de las disciplinas de las Bellas Artes o el nombramiento de académicos muy jóvenes y muy brillantes, como el caso del pintor Juan Vida.

'Digamos que cada momento histórico tiene su tempo, como en música', explica García Román. 'Lo que la academia pretende hoy es ir con los tiempos, sin despreciar en absoluto lo anterior'.

La fiesta de mañana estará más en lo protocolario, aunque presenta como gran aliciente la participación de la recién elegida académica de la lengua Margarita Salas. Pero, para los próximos meses, la institución granadina piensa despacharse a fondo con propuestas nuevas, como concursos de fotografía o premios de composición musical, actividades que incentiven a los jóvenes artistas locales.

'La Real Academia', dice el presidente, 'surgió en 1777 con una gran preocupación social, docente y de atención a las clases más necesitadas, a los jóvenes con falta de medios. Y tuvo en su momento los mejores medios y a los mejores profesores. Un poco de ese espíritu es el que queremos mantener'.

La institución busca ahora fondos con los que poner en marcha toda una serie de propuestas ambiciosas, como la creación de un gran museo en Granada o un sistema de informatización que dé acceso al público a todo el material documental y artístico del centro. 'Y, sobre todo', explica García Román, 'queremos recuperar el espacio de libertad que nos corresponde como institución ilustrada'.

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Todos los miembros de la academia -pintores, escultores, músicos, historiadores del arte, arquitectos- trabajan de un modo altruista. 'Lo importante', argumenta García Román, 'es que podamos volver a fijarnos en toda esa gente que fomenta el mundo de la cultura y a la que podremos apoyar con nuestro esfuerzo desde la institución'.

La fiebre ilustrada

Hubo, en el último tercio del siglo XVIII y a comienzos del siglo XIX una verdadera eclosión de reales academias en Andalucía auspiciadas por los vientos de la Ilustración y las ideas surgidas de la revolución francesa. El reinado de Carlos III (1759-1788) y el mecenazgo que ejerció en la cultura, unido a la labor que realizó la Sociedad Económica de Amigos del País posibilitó que surgiera la Real Academia de Bellas Artes del Reino de Granada, que pronto tuvo cambiar su nombre, aunque no su cometido, y que es una de las decanas del país. Veiticinco años antes, en Sevilla, cuna de Nebrija, autor de la primera gramática castellana, se fundó otra de las instituciones de mayor abolengo en el país, la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras, que tuvo entre sus miembros más ilustres a Cecilia Böhl de Faber, más conocida como Fernán Caballero. Sevillana es también la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, una institución con gran tradición entre los pintores andaluces. Córdoba no se quedó atrás y, en 1810, constituyó la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, que se ha caracterizado por su recuperación del patrimonio cultural milenario de la ciudad. Cádiz, con al Real Academia Provincial de Bellas Artes, y Málaga, con la de San Telmo, también se incorporaron a este tipo de iniciativas. 'Después de la eclosión de reales academias', explica el presidente de la de Granada, José García Román, 'hubo periodos de crisis económicas y muchas de ellas desaparecieron: sobrevivieron las fuertes'. Hoy, las reales academias parecen instituciones residuales pero, en muchas ocasiones, son verdaderos motores de acontecimientos culturales e iniciativas de interés. La mayor parte de ellas mantiene un sistema protocolario de hace siglos que puede resultar incluso simpático. Para asistir a la fiesta del 225 aniversario de la academia de Granada se pide, por ejemplo, que se acuda 'de etiqueta o de uniforme'.

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