Un contagiado de hepatitis B lleva 11 años de pleitos con el Insalud
Sanidad ha recurrido las sentencias y rechaza pagar 180.300 euros de indemnización
'Llevo un veneno dentro de mi cuerpo que puede estallarme en cualquier momento'. El veneno al que alude Miguel Ángel Pecharromán, de 35 años y padre de dos hijos, es el de la hepatitis B, que, según dos sentencias judiciales, le fue inoculado en 1987 en el hospital La Paz. El virus se introdujo en su sangre durante alguna de las 13 transfusiones que recibió tras ser atropellado por una moto en la calle de Arturo Soria. Quince años después del accidente y 11 después del primer juicio, Pecharromán sigue pleiteando con el Insalud para que le pague los 30 millones de pesetas (180.300 euros) de la indemnización decretada por los jueces.
El Insalud ha recurrido las dos sentencias condenatorias argumentando que no está probado que la inoculación del virus se produjese en La Paz.
Hasta el momento, Pecharromán ha ganado los dos juicios que ha mantenido con el Ministerio de Sanidad. Y los fallos judiciales han sido claros: el Insalud no analizó la sangre que transfundió a Miguel Ángel y le inoculó el virus de la hepatitis B, que se ha convertido en crónica y evoluciona hacia la temible cirrosis de hígado. Por ello, los jueces dictaminaron que el Insalud debe indemnizarle con 30 millones de pesetas. Pero han pasado 11 años, y Sanidad sigue sin pagar.
El accidente, y sobre todo aquella transfusión que le contagió la hepatitis B, trastocaron la vida de Miguel Ángel Pecharromán, casado y padre de dos hijos. Ahora lleva cuatro años esperando a que el Tribunal Supremo resuelva el recurso que interpuso el Insalud en diciembre de 1997 contra la sentencia de la Audiencia de Madrid que confirmaba en su integridad otra anterior de un juzgado de lo civil; ésta desgranaba la responsabilidad de La Paz y ordenaba el pago de 30 millones de pesetas (180.300 euros) al afectado. Los abogados del afectado no entienden la actitud del Insalud de recurrir las sentencias y retrasar el pago.
Mientras llega esta nueva resolución, en la vida de Miguel Ángel todo son limitaciones. 'Si hago algún esfuerzo, tomo alcohol o simplemente un cocido, aunque sea muy poco, o me salto la estricta dieta que me impusieron los médicos, el cansancio y una sensación de asfixia se apoderan de mi cuerpo y me resulta difícil reponerme; tengo el hígado muy dañado', describe. Y lo que es peor: 'El riesgo de contagio es alto, hasta con la saliva puedo contagiar a alguien', cuenta.
En esta situación, su vida familiar e íntima no resulta fácil. 'Intento contenerme para no besar a mi mujer', reconoce Miguel Ángel. Ya ha dejado de visitar compañías para que le hagan un seguro de vida con el que garantizar el futuro de su familia ante cualquier adversidad. 'En el momento en que ven que tengo hepatitis B, rechazan asegurarme: mi enfermedad puede evolucionar a cirrosis, y yo podría morir', explica. Cuando nacieron sus hijos, lo primero que hicieron él y su esposa fue realizarles una analítica para comprobar que no habían contraído el virus. Por suerte, están sanos. Pero Pecharromán no baja la guardia: sus enseres personales sólo los utiliza él. 'Me da pánico que puedan contagiarse', aclara.
La génesis de todos sus males sobrevino un mal día de hace casi 15 años. El 18 de agosto de 1987, con 20 años, Miguel Ángel paseaba por la calle de Arturo Soria. Al ir a cruzar un paso de cebra, un potente BMW que circulaba a velocidad indebida se le echó encima. Las heridas, que tardaron en curar 500 días, fueron muy graves. Le llevaron al hospital del Aire, y desde allí, en ambulancia, a La Paz. Sus lesiones internas le afectaron el hígado y la vesícula.
Análisis periódicos
Durante muchos días Pecharromán fue sometido a transfusiones en La Paz, pues había perdido mucha sangre en el accidente. Recibió el alta el 11 de septiembre de 1987, pero con la advertencia de que debía efectuarse análisis periódicos de sangre para controlar las transaminasas de su hígado. El 6 de octubre de ese año, las pruebas detectaron que padecía 'hepatitis vírica postransfusional'; es decir, alguna de las 13 bolsas de sangre que le transfundieron en La Paz no había sido correctamente analizada y contenía el virus. Un virus culpable de una enfermedad que, según dictaminó el forense del juzgado posteriormente, se había convertido en 'crónica' y evolucionaba 'hacia cirrosis'. El forense dictaminó que la hepatitis implicaba 'una merma de la capacidad funcional del organismo' de Miguel Ángel, que podía llegar 'incluso a causarle la muerte'.
En la primera sentencia, el juez dio un varapalo a La Paz por incumplir el requisito fundamental de toda transfusión, el análisis previo de la sangre, y arremetió contra la falta de rigor profesional de los responsables. Por ello, impuso al Insalud el pago de una indemnización de 30 millones de pesetas, dado 'el sufrimiento psiquíco y espiritual' ocasionado a Miguel Ángel.
El Insalud apeló a la Audiencia de Madrid, alegando que no estaba demostrado que Pecharromán hubiese contraído el virus en una transfusión. Pero la sentencia de la Audiencia, el 1 de diciembre de 1997, declaró probado que Miguel Ángel llegó a La Paz sin esa hepatitis y, tras 13 transfusiones, salió de ella con el virus. Además, los jueces condenaron al Insalud a pagar las costas del proceso. Pese a todo, el Insalud no se dio por vencido y recurrió esta segunda sentencia ante el Supremo. Cuatro años lleva ya el recurso en la Sección Primera de este alto tribunal.
Mientras, Miguel Ángel sigue luchando por él y por su familia. A causa de su invalidez permanente (un 55%) percibe una pensión mensual de 100.000 pesetas. A este dinero suma su sueldo (120.000 pesetas) como conserje en una empresa de seguridad. Quince años después del accidente, Miguel Ángel no acierta a entender cómo la justicia tarda tanto en resolver su asunto y las vueltas que está dando el Insalud para no resarcir su error. 'Quienes tienen el poder hacen siempre lo que les da la gana', concluye.
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